viernes, 1 de febrero de 2008

1.- EL FLUIR DE LA INCONSCIENCIA



El día había amanecido gris plomizo. Salí rápidamente a la calle. Llovía y yo había olvidado mi paraguas. ¿Qué me estaba pasando? ¿Cómo había llegado a aquella situación? Aquel entresijo de palabras, frases y hechos que nublaban mi cabeza no me dejaba ver más allá de mis propios pensamientos, de aquella demencia en la que llevaba sumido desde que alcanzo a recordar. El lugar donde antes se encontraban mis recuerdos y mis pasiones estaba ocupado por extrañas ideas, divagaciones del mundo exterior que me llevaban a un onírico paraíso donde podía ver, palpar e incluso conversar con mis tristes y turbados sentimientos, que en realidad no eran más que una alegoría de mis más frívolos deseos.

Y ahora aquí estoy, de pie, mojado por esta primaveral lluvia cargada de falsas esperanzas para mí. Cada gota que golpea mi cara, cada surco de agua que resbala por mi chaqueta de un impoluto color negro, cada trueno que resuena a lo largo de la calle o el sonido de los coches al pasar por un charco no son más que un burdo intento de hacerme despertar del trance en el que me hallo sumido. Dicen que tras la tormenta viene la calma, pero ahora no hay diluvio que pueda calmar esta sensación que tengo por dentro de mí y que me lleva a pensar qué es de mi existencia, dónde están ahora todas esas palabras que te ayudan en los momentos difíciles, palabras que han sido remplazadas por gritos que surgen de mi interior, voces obscenas que llaman a mi ira… no, no estoy solo, no estaré sólo mientras pueda mantener mi cordura…

Sólo un ruido puede separarme un momento de mi auto-desavenencia; los gritos de una mujer al borde de la acera parecen haber parado el tiempo. En mi iris se postra aquella escena, un paraguas que antes se encontraba preso por la mano de aquella mujer ahora vuela por los aires, varias personas se han girado, parecen hallarse inmóviles… Pero, ¿qué es lo que pasa? Miro a la carretera y allí doy con la respuesta. El tiempo aún sigue detenido y la fina neblina de esta turbia mañana me deja entrever la situación: una niña está atemorizada ante un coche que, salido de la nada, parece elevarse hasta los mismísimos cielos con el fin de imponer su propio camino. Unos metros más allá un cachorro de perro arrastra su propia correa, ya libre del peligro. Tengo que hacer algo, pero mi cuerpo no responde; tengo que pensar algo, pero mi mente no reacciona. No, yo no soy como los demás, no puedo quedarme sólo mirando, sólo yo soy dueño de mi cuerpo pero vencer mi impuesta voluntad puede llevarme un tiempo que no tengo. De repente todo vuelve a su curso, lentamente el tiempo parece volver a fluir, el desastre se aproxima y yo sigo inmóvil a unos metros del centro de atención de todas las miradas que, como yo, no incitan la posibilidad de remedio alguno. Espera… parece que lo consigo, parece que mi cuerpo vaya a echar a volar, tan solo tengo que alcanzar a la niña, tan solo tengo que alargar mi brazo… tan solo tengo que luchar contra el peso de mis propios párpados, contra ese ruido que me hace ensordecer, contra esa luz blanca que por momentos me está cegando…

“Despierta… no es tiempo de soñar… no es tiempo de luchar contra lo inalcanzable…”

Abrir los ojos se torna en una empresa harto difícil. Al principio todo está demasiado claro, la luz me ciega y no alcanzo a ver dónde me encuentro. Mi cuerpo me pesa demasiado; estoy acostado, pero no en una cama ni en un sofá, sino en el suelo de algún lugar que no hace más que destrozarme mi maltrecha espalda. Lentamente logro incorporarme y aunque sigo sin poder ver nada logro oír el crujido de los pasos de una persona que se aproxima hacia mí. Posiblemente hace tiempo hubiera sentido miedo, pero miedo no es precisamente lo que me inspira esta situación. Quiero saber qué hago en este lugar, quiero saber qué ha pasado, quiero saber tantas cosas que no hago más que recordar que a lo largo de mi vida siempre se me ha negado la evidente verdad, con el fin de convertir mi vida en la farsa que es ahora.

-¿Quién eres? ¡Responde! – Grito sin encontrar respuesta.

Pero había algo raro en mis palabras. No recordaba mi voz así, ese extraño alarido no podía haber salido de mi boca, una extraña sensación de no ser quien creía ser invade mi cuerpo. Lentamente abro los ojos con la esperanza de volver a ver la luz, que se resiste a iluminar mi vida; al principio todo está un poco borroso, casi difuminado, y mi cabeza no logra asociar aquellas formas con la idea que yo tenía de una estancia agradable. Se puede sentir la humedad, que lentamente ha deteriorado casi por completo todo ese amplio lugar que no parece más que una fábrica abandonada, totalmente vacía, donde no queda nada, tan sólo la soledad de la lluviosa mañana que se cuela por las ventanas. Sin duda este sitio podía considerarse una grotesca metáfora de lo que era mi vida, la soledad por la que discurro desde que el día, con un truncado y agónico jadeo, muere y deja paso a un nuevo escalón de esta empinada escalera que nos lleva hacia la salvación, para algunos, o hacia la desesperación.

Me giro y me dirijo hacia la puerta que hay en el fondo, esperando buscar una salida. Realmente no tengo un lugar mejor al que ir en este momento, pero no me atrae la idea de estar en un lugar que pueda derrumbarse en cualquier momento, como la moral corrompida de muchos hombres. Aquellos que siempre han soñado con llegar muy lejos, de pasar por encima de los demás, de fundirse con sus ideales y acabar con todo aquello que se revele.

Trato de girar el pomo de la puerta, pero éste parece estar oxidado y no cede por mucho empeño que ponga en ello. Empujo la puerta, la golpeo, y no hace más que devolverme el sonido de mi desesperación, de ver cómo se me volvían a cerrar las puertas de la libertad. No parecía haber otra salida más que esa, como si mi destino fuera quedarme en aquel lugar a la espera de alguna salvación. En el gran vacío de esta situación se hace más pesado y difícil saltar de un segundo al siguiente, y si algo me ha sobrado siempre en esta vida eso ha sido el tiempo; tiempo para vivir, amar, soñar, volar… que yo tan sólo he consumido en la espera de aquellas cosas que ya jamás volverán.

Con el último suspiro de esperanza que me queda, me acerco a la gran ventana que ilumina la estancia. A través de ella se puede ver el transcurso de las vidas de todos aquellos a quienes he envidiado, no por sus riquezas o su felicidad, sino por ver cómo viven ajenos a la verdad y, sin embargo, no se preguntan el porqué de las cosas, no les llama la curiosidad de saber cuál es su lugar, o si tienen alguno en realidad. Pero yo no soy como ellos, y cuando me miro sólo puedo observar a una persona sin identidad, que vive apartada del fluir de las cosas. Y me duele saber que mientras el agua golpea sus paraguas, como si quisiera impedir el vuelo de sus alas, yo me hallo ajeno a todo lo que alguna vez me pudiera haber importado, los deseos de un mundo líricamente postrado en los cimientos de la verdad, y no esta falacia que continuamente me golpea la cabeza con sus abstractas apariencias y un convencionalismo que me niego a aceptar. El sonido de una gotera me abstrae por un momento de mis pensamientos y me devuelve a este inmenso vacío que irónicamente me tiene atrapado. De repente el ambiente se torna más húmedo aún y un frío extremo recorre cada rincón de mi cuerpo, encogiendo mis extremidades y paralizándome completamente, incluso frenando el ir y venir de mis pensamientos y es entonces, en ese momento, cuando me parece oír el sonido de la sirena de alguna ambulancia, seguramente proveniente del exterior, el mismo exterior al que yo ya no pertenezco, esta sociedad que funciona como un engranaje y que parece prescindir de la única pieza a la que yo pudiera suplir.

El frío se hace cada vez más insoportable y, acurrucado justo en el centro de aquella enorme sala, empiezo a sumirme en un profundo sueño, donde una cálida promesa de libertad parece aguardarme. La llamada de lo desconocido me tienta y empieza a surgir en mí una sensación que nunca antes había experimentado. Simplemente cierro los ojos y me dejo llevar, ya no tengo miedo a nada, y mucho menos a lo desconocido…

De repente abro los ojos, e inmediatamente salgo de ese mundo de paz y calma donde no existían mis problemas. Ya no estoy en la vieja fábrica, ¿dónde estoy ahora? Me encuentro acostado en una cama, a mi izquierda tengo una especie de monitor y unas cortinas verdes cubren mi estancia. ¿Será esto un hospital? ¿Pero cómo he llegado hasta aquí? Tengo que incorporarme y ver qué es lo que ocurre, pero… ¡¿qué pasa?! ¡Mis piernas no me responden, y mis brazos tampoco! Quiero gritar, pero mi voz ha enmudecido, en su lugar un molesto pitido destroza mis tímpanos y una intensa angustia se apodera de mí, de mi cuerpo, mi alma y mi existencia. Una vez más siento la soledad que siempre me ha perseguido, mis recuerdos son espejos que reflejan la gran mentira de mi vida. Pero ahora es tiempo de dormir y no pensar, tan sólo me queda esperar que cuando despierte esté en un lugar mejor.

…Vuela, ahora eres libre…

---------------------------------------------------------------------- --------------

Explicación de algunos aspectos de la historia (leer en caso de dudas o curiosidad, siempre y cuando se haya leído la historia antes):

Destripe:
La historia se presenta con un personaje atormentado por el curso de su vida, que no sabe muy bien cuál es su lugar en el mundo. Una mañana lluviosa sale de su casa y es testigo de que un coche está a punto de arrollar a una niña pequeña, por lo que intenta salvarla. Es entonces cuando el personaje es transportado a una solitaria fábrica, que no es más que el vehículo para explicar los diferentes aspectos de su triste vida.

La fábrica es únicamente una metáfora situada en un sueño del protagonista, que en realidad ha sufrido un accidente al intentar salvar a la niña. De hecho en un momento determinado del sueño el protagonista dice haber oído el sonido de una ambulancia en el exterior de la fábrica, pero ésta se haya realmente en el exterior de su imaginación. Cuando el personaje abandona su sueño, se encuentra con que está en un hospital completamente destrozado tanto física como mentalmente y, al comprenderlo, en lugar de seguir luchando decide aguardar su inevitable final, ya que el protagonista considera que la verdadera libertad tan sólo la conseguirá tras la muerte.

No hay comentarios: