viernes, 1 de febrero de 2008

10.-La oficina

Fulgencio, tu vida es una mierda. Qué dices una mierda, ¡una puta mierda! Te pasas la vida aquí metido, en esta oficina horrorosa, sentado en esta silla que te tortura haciendo que tus almorranas parezcan berenjenas, ante una pantalla de ordenador constantemente colgada. Claro que ¡para lo que te importa! Porque trabajar, lo que se dice trabajar, poco. O siendo ya del todo sinceros, nada. Cero. Y total ¿para qué? ¿Alguna vez ha entrado el jefe para decirte que lo has hecho bien? ¿Algún compañero te ha pedido que le eches un cable? Pues eso. ¡Que se jodan! A tocarte los huevos, pero bien. En condiciones. Oye, que en esta vida hay que obtener algún tipo de placer, aunque este provenga de sobarte la entrepierna, porque algo puedes tener bien seguro. El orgasmo no te va a llegar contemplando ese jodido cuadro colgado en esa pared… ¿azul? Pero, ¿qué cojones de decorador contrataron? ¿No aprendió en la carrera que los colores deben ser elegidos con sumo cuidado dado su influjo en nuestra psique? Y claro, este añil de la pared del fondo te ayuda más bien poco. Normal que andes medio histérico. Como no quieren gastarse pasta, ¡ale! contratemos a un becario recién salido del Ceac o del CCC. Y así les luce. Pero vuelve al cuadro, Fulgencio, que te despistas. Por más que lo mires, eres incapaz de distinguir más que unas manchas con un parecido demasiado sospechoso a una vomitona de pizza con pimientos rojos. Realmente, como para deprimirte. O morirte del asco, que para el caso. A estas alturas no sabes cómo no te has cortado ya las venas. Al menos, el resto de las paredes son de cristal. Luz a raudales, aunque claro, como las cortinas no debían formar parte del presupuesto, cuando pega el sol a achicharrarte. Si es que esto es un castigo. Una tortura. ¿A que te dan ganas de manosearte las pelotas? Y cómo te gustaría que te pillaran con las manos en la masa, especialmente si fuera una comisión de secretarias reivindicativas. Si hasta tienes la frase preparada para espetársela en condiciones: “Chicas, tengo un asunto entre manos que, si sale bien, vais a chupar todas”. Realmente ingeniosa la salida ¿eh? Como todo lo que se te ocurre en estas horas muertas que metes aquí. Porque horas, lo que se dice horas, todas las del mundo y alguna más. Y así, ¿quién tiene vida social? ¿Cuánto hace que no sales con una tía? ¿O con un tío? Porque necesidad hay y tampoco vas a andarte con escrúpulos. A fin de cuentas, un agujero es un agujero. Cierras los ojos, empujas y solucionado. Eso sí, ¿ya te acordarás de cómo se hace? Porque desde la última vez ¿cuánto ha llovido? Oh, ¡no! Tenías que mencionarlo. ¡La jodida lluvia! Vale, reconocerás que la mente está llena de extraños recovecos y de libres asociaciones, así que si mencionas la lluvia, no puedes evitar relacionarlo con la humedad. Porque esa es otra. ¡Cómo vas a ser productivo en esta garita que parece una piscina de la humedad que hay! Claro, tampoco debía haber dinero para instalar un sistema de ventilación o de renovación del aire en condiciones. O una simple ventana. Porque mucha cristalera, mucha cristalera, pero de ventana, nada de nada. Y como efecto secundario directo, ya sabes, te jodes y no fumas que no va a ser cuestión de convertir esto en un ahumadero de salmones. Fulgencio, vaya mierda de trabajo te pillaste. Pero, ¿quién cambia ahora? No es que te encariñes con el puesto y aún menos con este cubículo. ¡No! El tema es que te vuelves comodón, y a fin de cuentas, ¿no dicen que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer? Pues ya está. Se acabó la discusión. Para qué soñar si igual acabas en un sitio peor. Nada, nada, déjalo correr. Piensa en otra cosa y verás cómo se te pasa este momento de debilidad. ¿Lo ves? Te lo dije. Vuelta a la normalidad. Y a la humedad. De esta va a darte un reuma de aúpa. Y no es por nada, pero ya tienes una edad, ni poca ni mucha, pero la suficiente como para empezar a cuidarte y preocuparte de tu salud. Lo más probable es que la cosa no vaya a variar así que, quizá, podrías aprovechar estas condiciones para sacarte un sobresueldo. Tal vez, dedicarte a la cría de algo. Lo de los mejillones, casi que descartado. ¡Mejor los champiñones! Eso, champiñones. Pero ¿no necesitan oscuridad? Con toda esta luz lo vas a tener difícil. Hombre, colocándolos junto a la pared añil, quizá podrías conseguir algo. Bueno, sí, que se depriman. Pero y eso, ¿a quién le importa? A ti no, desde luego. A fin de cuentas, ¿no van a acabar en la sartén? ¡Qué más da que se trate de un champiñón depresivo con intenciones suicidas o un champiñón alegre y cantarín! Mira, de hecho, al primero le estarías facilitando una salida airosa. Un champiñón feliz seguro que tiene ganas de vivir.


- ¡MAMÁÁÁÁÁÁÁ!, MIRA ESTEEEEEEEE

¿Qué cojones pasa? ¿Quién está metiendo esos berridos de energúmeno? Tranquilo Fulgencio que te conoces y como te levantes y salgas al pasillo le vas a dar un par de hostias. Pero ¡a quién se le ocurre traer a un crío a la oficina! Si son todos unos monstruos, maleducados, gritones y con una especial habilidad para destrozarlo todo. Respira hondo. Ponte en plan zen. ¡Coño! Zen igual a oriental igual a Fen-Shui. ¡Cómo no se te había ocurrido antes! Es la solución a todos tus problemas. Dicen que orientando las cosas adecuadamente y con un equilibrio de los cuatro elementos logras mejorar tu calidad de vida, aunque esta se desarrolle en el trabajo. ¡Fantástico! Mañana mismo te pones manos a la obra. Le vas a meter una batida a esto que lo vas a dejar niquelado. Y te vas a sentir mucho mejor. Hasta podrías poner un deshumidificador. Y adiós reuma. No, si es que cuando te pones, te pones. Una mente privilegiada. Eso es lo que eres.

- MAMÁÁÁÁÁ, LO QUIEROOOOOO.

Se acabó. Esto es inaguantable. Así no puedes trabajar o no trabajar o lo que sea eso que haces. Levántate y dale un par de las de sin consagrar y vas a ver cómo no vuelve a decir “esta boca es mía”. Y de paso, otro par a la madre, porque las criaturas son como las educan. Claro, siempre y cuando no sea la típica mamaíta buenorra, en cuyo caso confórmate con darle algún consejillo sobre los deberes parentales y, de paso, le sacas el número de teléfono. Ya sabes, por lo de la asistencia a distancia. Joder tío, ¡cómo te lo montas! Eres único. Venga, a por ellos. ¡Cómo que no te puedes levantar! ¿Qué estás rígido, anquilosado? Normal. Si ya te lo decías. Qué puedes esperar después de tantas horas sentado y con esta humedad. Así se te duerme todo. Y ahora ¿qu-qu-qu-qué pasa? Arghhhhhh, todo se mueveeeeee. ¡Terremotoooooooo! Buf, parece que ya ha pasado. Ha sido breve. Menudo susto te has pegado, Fulgencio. Ni que esto fuera Tokyo. Pe-pe-pe-pero ¡qué está pasando aquí! Si está nevando. Uy, uy, uy, esto no es bueno. Malo que estés en pleno verano, pero ¡que nieve dentro de la oficina!

- Entonces, señora, me dice que se lleva este globo de nieve, el del oficinista ¿verdad? Y dígame, ¿se lo envuelvo para regalo o se lo pongo en una bolsita?

No hay comentarios: