viernes, 1 de febrero de 2008

17.- Te olvidarás del sexo loco, de la droga dura y ¿el resto del mundo?



El día había amanecido gris plomizo. Salió rápidamente a la calle. Llovía y había olvidado su paraguas. ¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo había llegado a aquella situación?"


Se palpó el pecho con la mano y al mirarla observó como estaba completamente llena de sangre. Vio entonces, como dicen que se ve a las puertas de la muerte, su vida entera pasar delante de sus ojos. Y como comenzó su triste camino hacia la muerte…

…Fulgencio fue a la discoteca a tomar unas copas, allí encontró a una enigmática pelirroja, decidió ir a bailar a su lado, tras unos guiños se atrevió a entablar conversación.

Fulgencio: ¿hola nena, quieres una copa?
María: por supuesto, estoy sedienta de tanto bailar.
Fulgencio: por cierto... ¿cómo te llamas?
María: María, ¿y tú?
Fulgencio: Fulgencio.

A María se le escapó una carcajada que a Fulgencio no le gustó nada, acto seguido fueron a regar sus gargantas con un poco de alcohol. Tras unas cuantas consumiciones las amigas de María fueron a despedirse de ella, y ésta aprovechó para presentarles su nuevo “amigo”, desafortunadamente ellas también se rieron y el descojone fue general cuando se enteraron de que trabajaba en una cantera. Fulgencio intentó disimular su enfado tras su máscara cristalina de alcohol, tras otro trago le dijo a María que si quería ir a su apartamento, ella le respondió bien alto, para que lo oyeran sus amigas, que sólo estaba hablando con él para que sacarle unas copitas y que en ese momento se iba con sus amigas; éstas comenzaron otra serenata de risas nerviosas, lo que por fin desató el momento de furia de nuestro protagonista, sacó una navaja y empezó a acuchillarlas una a una. Alguna pudo escapar, el gentío empezó a gritar y a correr, el mismo Fulgencio aprovechó el momento para salir de aquel infierno.

Tras unos cuantos paseos, que no sirvieron para encontrar una cantina a la que entrar, Fulgencio decidió ir a casa a aburrirse un rato. Entró con sigilo en el bloque para que la portera no le oyera y le recitara el himno del pago de alquiler. Por fin encontró las llaves, la cerradura y su puerta, dicho rápido pero lento en hacer, entró, comprobó sin sobresalto que no había nadie en casa, Dulce se había ido esta vez de verdad y para siempre. Fulgencio estaba seguro que no volvería a encontrar una chica como aquella: simpática, atrevida, alegre, sabía cocinar y lavar los cacharros; pero ya se sabe un hombre como Fulgencio tiene miedo al compromiso y a los... michelines. Abrió una botella que rodaba por el suelo, al cabo de un rato el que rodaba por el suelo era él y cantaba tristes canciones de insatisfacción. Por lo menos se pudo dormir.

El sol le dijo que todavía estaba vivo, nuestro hombre se levantó del suelo, apenas podía caminar, le dolía todo el cuerpo, alcanzó una pastillita de color que no le quitó el dolor de cabeza y le propinó unas terribles ganas de devolver. Por lo menos pudo seguir durmiendo.

El calor sofocante le despertó, se fue hacia el w.c. echó una buena meada, se tiró unos cuantos pedos y se animó pues empezaba un buen sábado. Debía ser cerca del mediodía por lo que bajó al bar a tomar unas cañas, al cabo de dos horas estaba ya pedo. Llegó al bar Julia su amiga del colegio; ésta le invitó a un buen whisky en vez de decirle que dejara de beber que sólo era mediodía, como una buena alcohólica que era.

La jornada comenzaba bien, a las seis de la tarde se encontraban Fulgencio y Julia en el cuchitril que tenía por casa ella, se supone que habían follado, pero si les preguntase alguien, ninguno sabría que decir. Julia comentó que Pepe había organizado una gran fiesta esa misma noche. Fulgencio dudó un poco pues no sabía si sería invitado, ya que en la última fiesta se folló al perro de Pepe en una ridícula apuesta. Finalmente decidió ir, nada tenía que perder. Julia como recompensa a esa actitud desafiante se abrió de piernas y sonrió.

Llegó la noche…la fiesta, para esos momentos Julia ya se había liado a hostias con Fulgencio por ser un “picha floja”, pero eso no detuvo a nuestro héroe. Se presentó en el lugar con una ropa que describe a un borracho elegante, le abrió la puerta Pepe. Tras una desconfianza inicial, se dieron un abrazo, en toda fiesta ha de haber un bufón. Como todavía no había llegado la gente, Pepe invitó a un poco de coca a Fulgencio .La coca para éste era sólo otra broma para reír, fruto del desencanto de su vida de cantero. Llegaron todos los invitados más o menos a la misma hora, Fulgencio estaba ya como una moto, a él ese tipo de gasolina le afecta de forma especial. Empezó a saludar a todos, conocidos y desconocidos, era una buena oportunidad para conocer gente. En esos instantes apareció Julia con los moratones disimulados con maquillaje. Ella se le acercó arrepentida de la bronca, y él con un poquito de mala leche la mandó a la mierda, acto seguido vio como un brazo femenino le clavaba un cuchillo en el estómago y después no vio nada.

Se despertó en el hospital, Pepe estaba a su lado, le dijo que el bufón no había estado bien esa noche, también le comentó que Julia estaba allí arrepentida. En esto que de un salto fue a propinarle un puñetazo a la zorra que se encontraba en el pasillo, pero su propia debilidad le llevó al suelo.

Otra vez con resaca, pero esta vez era distinto, estaba en casa de Pepe, le habían dado de alta. Pepe le dijo que olvidara de todo y fuera a misa con él a hablar con el Señor; Fulgencio ante tremenda tontería no se le ocurrió otra cosa que darle una patada en los huevos y sin saber por qué salió corriendo a la calle gritando y saltando. Al tercer salto escupió un poco de sangre por lo que decidió calmarse. Pensaba ir a comer a algún restaurante, pero lo pensó peor y acudió a casa de Julia a pedirle perdón, por el megafonillo ella le amenazó con cortarle los huevos si subía, finalmente Fulgencio fue a su casa, comió un poco de fabada en lata, bebió un poco de alcohol 96º rebajado con agua y hielo, y decidió usar las llaves que una vez Julia le dejó cuando se escapó de la casa de sus padres.

Fulgencio comprobó con alivio que lo de cortarle los huevos era sólo un farol, una reacción de una borracha cualquiera con resaca, se pidieron perdón mutuamente, se besaron, bebieron, fumaron, esnifaron y para cuando querían follar estaban demasiado colgados por lo que decidieron comerse un tripi e ir a pasear al parque.

En el parque la escena era preciosa, los niños jugaban al balón y dos drogadictos follaban en mitad del césped, cuando algún padre puritano vio aquello con envidia llamó a la policía (no sin antes haberse masturbado a escondidas de la santa de su mujer). Llegaron los vagos a detenerlos, el resultado Maderos: 0 Folladores: 1 noche en el calabozo.

Por suerte Fulgencio pudo ir a la cantera a tiempo, el encargado le dijo a Fulgencio que no volviera allí nunca más, entonces llegan los pensamientos del por qué, pero tantas historias de superhéroe de barrio puede hacer que uno no sea buen empleado. Cogió el finiquito y se fue a la tasca más cercana a hacer valer por qué el alcohol es subcultura en este país. Cuando llegó el mediodía estaba hecho polvo, no tenía más ganas de beber, no quería ver a Julia y sabía que en su casa se encontraría muy sólo; por lo que decidió seguir bebiendo. Cuando por la tarde acertó llegar a su casa para descansar de esa dura jornada de trabajo, la portera le había cambiado la cerradura, entonces fue a ver a su amiga Julia.

En la casa de Julia te puedes imaginar la escena, una mujer borracha jugando con un pepino y otro borracho deprimido. Ella le dijo que le podía conseguir un puesto en el supermercado en el que ella trabajaba, el accedió y al cabo de unas semanas empezó a trabajar con un contrato que más bien parecía una factura “Pago por trabajar”.

Aquellos días fueron relativamente felices en la vida de nuestra linda parejita, pero las cosas empezaron a torcerse, faltaban botellas, algunos botes de pegamento y el despido doble vino cuando en un jueves a las 9:00, les sorprendieron jugando a los médicos detrás del estante de las compresas.

Los días de paro dieron lugar a las típicas peleas entre parejas, alguien tenía que llevar dinero a casa, los ahorros de ambos se iban, cómo no, en alcohol que es el único entretenimiento que hay para los no-ricos. No fue un duro paso para Julia ponerse a hacer la calle, ya lo hizo cuando tuvo la osadía de emanciparse, Fulgencio desempeño bien su papel de chulo. Pasaron los días y llegaron las enfermedades, el hombre cogió el dinero reunido en las noches de cacería de conejo y se largó.

El primer lugar a visitar era la morada de Pepe, a pesar de ser cristiano, no era del todo gilipollas y le recibió con un puñetazo en el debilitado hígado, Fulgencio cogió la indirecta, además de la estrella del mercedes de papa-pepe y fue al lugar al que nunca hubiera deseado volver.

Los padres de Fulgencio lo recibieron con satisfacción, que si que delgado, que si no te preocupes, bla bla bla... Los padres eran muy tolerantes, y no les dieron importancia al asunto de la escapada del muchacho en los años locos, cuando llevó consigo algo de dinero. Comprobó con asombró como su cuarto no había cambiado, empezaba un buen momento, y nada mejor para acompañarlo que un trabajo que papito le buscó de camarero. El garito no estaba nada mal, y pasado un tiempo le envió el dinero robado a Julia para que ésta dejara de tirar piedras a su casa, perdón, la casa de papa.

Todo parecía ir muy bien hasta los moralistas estarían contentos con esta bonita historia, pero llegó un día por el bar el típico coleguita que le ofreció un poco de jaco a cambio de una suculenta botella de whisky. Fulgencio se lo metía todo sin problemas, lo que pasó es que el susodicho coleguita se hizo cliente fijo del bar y parecían irle bien las cosas, así que le propuso un negocio para dejar de ir pringando por la calle con el caballo, con eso de ¿quieres dejar esta mierda de trabajo? Y el mierda de Fulgencio cogió el paquete y se lanzó a la calle a venderlo.

Primer cliente: la zorra de Julia, que quería más dinero, le dio a la nena algo del paquete para que lo dejara en paz y entonces sus miradas se cruzaron en la oscuridad ,como vil cliente y bella princesa callejera, esa noche no haría caja, se la pasarían esnifando caballo de buena pureza. Total que el paquete pudo pagárselo al coleguita mediante lo ahorrado como camarerito honrado, como hijo de padre ingenuo y como novio de zorra amable. Antes de la llegada del segundo paquete Fulgencio se las arregló para conseguir más de esa heroína y picada en vena ya se sabe, con menos cantidad mayor efecto. Llegó un segundo paquete que no sería pagado, ante tal pureza Fulgencio quedó muy mal ante los gritos de la desorbitada Julia, segundos después sintió los navajazos que llegaron, al cumplirse el plazo de pago por parte de los matones del coleguita.

Tras la reyerta con estos en el bar y con el estómago como un colador salió a la lluviosa calle. Sus ojos se fueron apagando pensando como la droga y el ¿sexo? habían acabado con su vida. No sin antes sentir un paraguazo en la cabeza asestado por la pobre prostituta.

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