viernes, 1 de febrero de 2008

3.-Si tu pie te hace caer

Para lo que yo necesito hacer, tengo que librarme de aquel individuo lo más pronto posible. Aprieto la foto entre mis dedos. Observo cada detalle. El crepúsculo. Los árboles. La torre del campanario. El jardín. La iglesia. La boda.

Retengo en mi memoria las caras de los integrantes de la escena. Pero sobre todo, memorizo su cara. No aparto los ojos hasta que tengo la seguridad de que le reconocería entre un millón de personas bailando la conga.

Suficiente. Quemo la fotografía con la punta de mi cigarro. Salgo de la habitación. No sería nada conveniente que alguien me encontrara por aquí.

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San Francisco Inquirer – Jueves 12 de Marzo de 1954

El apacible barrio de Roylle’s Hill se ha visto conmocionado por un abominable acontecimiento.
(Conmocionado... Como si no tuvieran mierda de sobra por allí). La muerte en su más terrorífica faceta.

La señora L.M. , viuda y residente en el tercer bloque de apartamentos de Chandler Avenue tropezó ayer con un fatal descubrimiento. Cuando se dirigía a la entrada de su apartamento casualmente notó que la puerta de sus vecinos, los McPherson, una pareja de jóvenes casados, se encontraba abierta. L.M. se vio en la obligación de comprobar que “todo fuera bien” según sus propias palabras (Loreen Maurer, vieja zorra cotilla). Su primera impresión no le reportó signo alguno de presencia en la casa, ni notó rastro de violencia o robo, pero la sospecha la condujo hasta el dormitorio principal. Allí aguardaba el horror.

Nada menos que el cuerpo de Sofía McPherson, muerta, con el rostro destrozado a causa de los múltiples disparos recibidos. El lecho matrimonial convertido en océano de sangre (¿Se cree poeta este chupatintas de pacotilla?).

L.M. consiguió no desfallecer a causa de la impresión y logró llamar a la policía. “Nunca olvidaré esa horrible visión” nos dice con lágrimas en los ojos. (Por supuesto que no la olvidarás. Tendrás una historia que contar al resto de tus amigas cotorras hasta el fin de tus días, vieja bruja).

Para la investigación de este fatídico asesinato se ha asignado al detective Daniel Garden. El detective aclara que el cadáver está demasiado desfigurado como para poder asegurar con exactitud que se trata de la señora McPherson. “El físico y sus ropas realmente coinciden con su descripción, pero ¡Diablos! Le vaciaron 10 balas del 45 en pleno rostro, un jodido desastre”.
(¡Dave Garden lleva el caso! Esto va a ser más fácil de lo que pensaba).

El detective Garden no ha hecho más declaraciones (La resaca se lo impidió, me apuesto mi vida). La policía busca activamente al marido de la presunta víctima y propietario del piso, Robert McPherson, apodado “El gigante” por sus ex- compañeros, a causa de sus casi dos metros de estatura y fuerte complexión. Mr. McPherson desempeñó durante varios años el cargo de guardaespaldas de diversas personalidades del cine, la música y la política. Su nombre ha aparecido más de una vez en las páginas de sucesos de este periódico, casi siempre implicado en el hallazgo de un cadáver vapuleado flotando boca abajo en las aguas del puerto. Sin embargo, sus conexiones con las celebridades a las que en un pasado prestó servicio le permitió una y otra vez escapar bien librado de cualquier atolladero.

Robert McPherson abandonó este turbio estilo de vida cuando contrae matrimonio con Sofía Holden, única heredera de la multimillonaria viuda Lara Holden. Dicho enlace causó gran escándalo en los círculos de la familia, llegando al punto de causar la ruptura de relaciones entre madre e hija y sufriendo esta última del desheredo de la fortuna que le correspondía por herencia.

El terrible acontecimiento no ha podido ser comunicado a la señora de Holden, pues se la supone en un crucero por el Caribe. Seguiremos informando de
(A la mierda, no necesito saber más). Cierro el periódico y lo dejo caer sobre el pavimento mojado.

Me ajusto la gabardina y cruzo la cortina de lluvia desde el mugriento bar a la cabina telefónica. Nadie se fija en mí. Un número, que conozco de memoria. Una voz que despierta confusa a medianoche. Tampoco me es desconocida. No le doy tiempo a reaccionar. Yo mando.

-Hola Dave, ¿Te acuerdas de mí?... Oh, vamos, no sé por que te sorprendes... ¡Cierra la boca! No tengo tiempo de gilipolleces, todavía recuerdas Abril del 53, la redada en el bar de Norman ¿Verdad?... Ese tono de voz me gusta más, bien, pues ese... desagradable incidente no tiene por que salir a la luz si me haces un favorcito... Oh, no te preocupes, se trata de ese caso que estás investigando, deberías haberlo sabido... Escucha con atención.

Dave escucha con atención. Y yo oigo como sus gotas de sudor caen sobre el teléfono.

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El viento es frío y se clava en mi cara como hojas de afeitar. La ceremonia ha acabado. El ataúd está en el hoyo y los familiares, como en trance se alejan en dirección a sus automóviles. Paso junto a ellos. No los conozco. Tampoco al muerto.

Mi objetivo. Ahí está, junto a la tumba abierta. En estos años no ha cambiado un ápice. Sigue siendo una pasa arrugada con ceño fruncido. Igual que en la foto.

-Hola padre.
Se sobresalta, me mira, me reconoce.
-Sabía que vendrías. Soy el único que podría reconocerla ¿Verdad?
-Bravo padre. Debería haber sido detective.
-No necesito tus sarcasmos.

Me dirige una mirada fría. Pero no puede contener el miedo. Ay padre ¿Dónde está tu fe ahora?
-Oh, Dios, ¿Pero en que te has convertido? Tu boda. Estabas feliz ese día. ¿Por qué ha tenido que acabar así...? Piensa en...
-Suficiente, padre.

No tengo tanta maldad como algunos afirman. Dos balas del 45 en la frente. No le da tiempo a pestañear. Cae en la tumba abierta, como un saco de patatas, sobre el ataúd aun por cubrir. Me pongo manos a la obra. Cuando llegue el enterrador pensará que alguien le ha echado una mano.
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Terminada la tarea, dejo caer la pala. La familia del muerto del ataúd se sentiría agradecida. El fiambre llegará al cielo con un cura a su lado como carta de recomendación.

Hago una pausa para recuperar el aliento. Mis ojos se topan con un San Francisco Inquirer abandonado junto a una lápida. Es de hoy. Lo hojeo. Ajá.

Identificado el cadáver hallado el jueves... (blablabla)... El detective David Garden asegura sin genero de dudas que se trata del cuerpo de Sofía McPherson... (más blablabla)... A pesar de todo este descubrimiento no trae luz sobre los interrogantes de quien la asesinó y donde se encuentra ahora su marido.

No necesito saber más.

Mientras me dirijo hacia el portón de salida del cementerio el viento frío vuelve a azotar mi rostro y hace ondear mi cabello. La imagen me hace pensar en mi marido, cuyo cabello también debe ondear mecido por las suaves aguas en lo profundo de la bahía.

Y en mi madre, con su bonito cabello, rubio como el mío. Siempre nos decían que éramos como dos gotas de agua.

Aprieto el paso. Mi crucero aguarda en el puerto.

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