viernes, 1 de febrero de 2008

16.- "El Gran Vikerkaar"



"El día había amanecido gris plomizo. Salí rápidamente a la calle. Llovía y yo había olvidado mi paraguas. ¿Qué me estaba pasando? ¿Cómo había llegado a aquella situación?

Empecé a buscar las llaves del coche. Primero por todos los bolsillos del chaquetón. Luego por el pantalón y la camisa. Y otra vez en el chaquetón. Siempre me pasaba lo mismo. Al llegar a casa las guardaba sin pensar y todas las mañanas repetía el mismo ritual una y otra vez. Al encontrarlas me enfundé la gruesa capucha y comencé a correr calle arriba. No eran más de doscientos metros pero ya estaba notando cómo la lluvia se abría paso entre las costuras. Abrí rápidamente la cerradura del coche y me metí dentro. Es un engorro tener que desvestirse dentro del coche, pero el viaje era más o menos largo y la ropa empapada puede jugarte malas pasadas.

Me incorporé a la circulación después de toda la parafernalia de rigor. Cinturón, radio, luces, espejo, intermitentes, que saco el morro, que me pitan… Era la parte más tediosa. Todo el rutinario camino hasta la carretera era cansino. Después de cuarenta minutos que me parecieron varias horas conseguí salir a la carretera. Una bonita carretera secundaria que conducía a la playa. Me quedaban otros cien kilómetros y una hora, más o menos, dependiendo del tráfico.

Cuando conduces por carreteras secundarias todo parece más sencillo. La carretera vira suavemente a la derecha y tú la sigues. Mantienes una velocidad prudente, una distancia prudente y si las condiciones te lo permiten se puede incluso fumar. La visibilidad estaba un poco minada por las circunstancias pero era un trayecto bastante tranquilo.

Por fin llegué a la zona de costa y empecé a bordearla hacia el oeste. Siempre me gustaba esa sensación. Ahora seguiría la carretera hasta verlo. A veces aparecía antes. Otras se resistía un poco más. Pero tarde o temprano terminaba por aparecer. Conducía entre el mar y las montañas, entre el asfalto mojado y las nubes. Buscándolo. La primera curva hacia la derecha siempre era la menos emocionante. La primera colina que dejaba a mi diestra no era demasiado grande y no deparaba demasiadas sorpresas.

Seguí conduciendo. Ahora la calzada serpenteaba introduciéndose en los montes, otro giro a la izquierda y a encarar de nuevo el mar. Así, constantemente, hasta encontrar el primer indicio. Un claro entre las nubes. Mi objetivo no estaba lejos. Unas veces estaba esperándome tras la segunda o tercera curva. Poco emocionante. Esta vez estaría después de, al menos, diez.

Curva a la derecha, curva a la izquierda. Serpiente alargada que nunca se acaba. Y en contraste con esa sinuosa forma, apareció por fin mi objetivo. Allí estaba. El gran Vikerkaar, como lo llamaba mi amo. Con un suave arco que se extendía desde el mar hasta algún punto entre aquel paisaje abrupto. Detuve el coche y saqué la cámara de fotos. Calculé la trayectoria de los rayos para que no deslumbrasen el objetivo, cosa que por otra parte no solía ser un problema. Tomé un par de fotos y proseguí la marcha.

En el siguiente recodo tendría que encontrar algún camino de tierra para entrar con el coche o me tocaría andar bajo la lluvia. ¿Dónde habría puesto el condenado paraguas el día anterior? Afortunadamente una pista de tierra me permitía salir de la carretera a la derecha para luego pasar por debajo de ésta y dirigirme hacia lo que sería mi objetivo. Aparqué el coche en un claro y salí enfundado de nuevo en mi grueso chaquetón con su gran capucha. La temperatura era fría, pero el mar suavizaba bastante la sensación. Miré con detenimiento las fotos para poder situarme. Identifiqué un par de eucaliptos. Siempre era bueno poder identificar árboles grandes. Hacía todo el trabajo mucho más sencillo. Bajé por un sendero hasta encontrarlos y mirando el paisaje que me rodeaba comencé a situar el punto, más o menos exacto, donde el arco iris se había posado. Saqué mi PDA y comencé a hacer anotaciones. Sonidos, olores, sensaciones, y todas esas cosas que inspiraban a mi amo. Luego tomé bastantes fotos como era costumbre. En todas las direcciones, amplias, con planos más cerrados, hacia el sol, hacia las nubes, enfocadas, desenfocadas. Todo lo que pudiese plasmar gráficamente sería posteriormente usado por mi amo para su próxima creación. Su próxima historia."

No hay comentarios: