viernes, 1 de febrero de 2008

7.-Acertijo

Para lo que yo necesitaba hacer tenía que librarme de aquel individuo lo más pronto posible.
Me encontraba, junto al cura, en la vieja iglesia del Norte. El padre estaba extrañado ante mi rara exigencia de quedarme a solas con Jesús. Pensaba, seguramente, que era uno de esos drogadictos y, que en cuanto me dejara allí, robaría el dinero del cepillo; para mi dosis diaria. La verdad es que mi aspecto no era del todo propicio, pues no me sentía con demasiadas fuerzas para acicalarme cuando, una hora antes, había abrazado el aún caliente cadáver de mi mujer. El asesino lo había dejado tirado en el parque frente a nuestra casa, aprovechando que ésta había salido a pasear a Fulgen. Pude deducir que el criminal estaba escondido detrás del viejo roble y cuando ella le dio la espalda el se acercó y le rebanó el cuello. El perro no lo detectó, seguramente estaba drogado; era el “modus operandi” de ese hijo de puta llamado Acertijo.

Llevaba todo el año saliendo en los periódicos; seguro que eso le excitaba. Era un asesino en serie muy peculiar. Estudiaba a un matrimonio, siempre sin hijos, de forma minuciosa y asesinaba a la mujer cuando ésta estaba paseando al perro o tirando la basura. Si era el primer caso, le echaba al animal veneno, unos momentos antes de su paseo, para que cuando él atacará, el animal estuviese medio muerto y no lo detectase. Tras el crimen, llamaba al marido y le decía que fuese a ver el acto. En el lugar del crimen el viudo encontraba una nota diciéndole que le daba una oportunidad para que éste lo cazara. Tenía que resolver unos enigmas que le planteaba para encontrarlo en un tiempo limitado. Según sus noticias, la mayoría se quedaba junto a la mujer llorándola y los que habían entrado en el malvado juego desistían a las primeras de cambio. No sería mi caso. Me prometí acabar con él para que nadie sufriera aquello nunca más. Me engañaba a mí mismo. Lo hacía por venganza; simplemente.
Ahora estaba jugueteando en el bolsillo con aquella nota que me había dirigido a la iglesia y necesitaba que el cura me dejara a solas para poder investigar la pata del segundo banco de la derecha, que es donde Acertijo me había dejado más instrucciones para continuar.

Gire la vista hacia él y pudo ver como el párroco miraba un papelote con mucho interés. En él pude distinguir varias palabras ininteligibles. Le pregunté curioso:
-¿Qué es eso padre?
-Es un juego que comparto con mi hermano desde que éramos críos. Se trata de que él me escribe una frase compuesta por palabras en diferentes idiomas. Yo, que me las doy de políglota, he de traducirla; pero está vez va a ser imposible. Es demasiado compleja y variada – dijo molesto.
En ese momento se me alumbró la bombilla. Había viajado mucho con mi esposa y era bueno con los idiomas, ¿por qué no intentarlo?
-Padre, ¿si yo se la traduzco me dejara solo? –preguntó entusiasmado.
- Dudo mucho que lo consigas, hijo. Pero si lo logras estoy dispuesto a marcharme un momento a la parte de atrás. Eso sí, espero que Dios te perdone si robas algo del cepillo de esta humilde iglesia.
-No tan humilde –pensé. -No tan humilde…

Cogí el papel y lo leí como pude:

“привет fratello, minha mulher est schwanger. Je vais para ter ein sohn.
I am 非常に heureux. Un abrazo, Pepe”


“No conseguí traducirlo”.
Destripe:
Aquel batiburrillo de términos no tenía ningún significado para mí. Conocía algunos vocablos sueltos pero no había manera de unirlos de forma coherente. Además, mi mente no estaba capacitada para concentrarse tras la muerte de Manolih y decidí entregarle el papel al padre Daraniz. Tras ello me fui raudo a reunirme con mi esposa y, días después me encontraba en el cementerio despidiéndola. FIN.


“Conseguí traducirlo”
Destripe:
a duras penas. Exactamente no sabía lo que ponía, pero las palabras sueltas en inglés y francés, sumado al parecido del portugués al castellano, hicieron que en poco tiempo descubriese lo que ponía de forma más o menos exacta. CONTINÚA.


Le di la solución al cura. Éste se emocionó mucho con la noticia y fue a llamar por teléfono. Como buen cristiano, cumplió con su parte del trato. En cuanto lo perdí de vista me dirigí rápidamente al banco. Oí un portazo y dirigí mi vista al gran portón de madera que gobernaba la entrada principal. Suspiré…había sido el viento. Solo me faltaba que tras perder el tiempo con la traducción entrará una anciana a aquellas horas a rezar unos padrenuestros. Alcé con fuerza el banco, pues pesaría unos veinte kilos. ¡Eureka! Allí había un pequeño sobre negro con mi nombre escrito en letras púrpuras. Encima de sádico era un hortera.

Salí a la calle. La temperatura era cálida, como correspondía a los primeros días de otoño. No obstante, no pude impedir que un escalofrío recorriese mi cuerpo. Había salido a la calle con unas viejas bermudas, una gabardina negra y, debajo, una camiseta blanca con varias manchas de sangre. No cogí ni la cartera siquiera. Mi aspecto debía ser dantesco. Abrí el sobre y comencé a leer la carta:

“Hola Desmo. Si lees esto es que quieres jugar conmigo. Espero que te diviertas, pero ten en cuenta que no te lo voy a poner fácil. Tienes hasta medianoche para resolver tres acertijos y poder encontrarme. Huelga decir que estás solo en esto y que te estoy vigilando; así que no llames a policía, amigos o familiares, pues si lo haces acabará el juego. Bueno, me dejo de preámbulos, que el tiempo es oro. Aquí tienes el primer enigma:
Existen 4 calles en 4 barrios diferentes; uno en cada esquina de la ciudad. Cada barrio tiene una calle con el nombre de una capital importante: Roma, Berlín, Viena y Lisboa. Sabiendo que la capital de Francia, Paris, se encuentra aproximadamente, en la posición 48º41´10” N y 2º20´33” E, ¿ a qué capital de las anteriores corresponde la posición 52º34´31” N y 13º24´17” E?. Cuando los descubras coge el dinero que hay en este mismo sobre, llama a un taxi y ve a la calle que corresponda. En un solitario callejón de ésta verás una tienda de animales; en su puerta, colgado, habrá algo para ti. No te equivoques, pues si lo haces no te dará tiempo a terminar el juego. Suerte. Acertijo.”


¿Cómo podría saber aquello sin un mapa o algo de ayuda? Justo a los pies de la iglesia me fijé en un pequeño arenal rodeado de aligustre, no me lo pensé y salte dentro. Tracé, como recordaba, un mapa de Europa y me dispuse a resolverlo.

Elegí “Roma”.
Destripe:
Mis conocimientos de geografía eran escasos. No estaba seguro, ni mucho menos, pero no se porque pensé que era la correcta. Montado en el taxi le pregunté al conductor si tenía un atlas o algo que pudiera servirme. No tuve suerte. A los dos días estaba enterrando a mi mujer en el cementerio. FIN.


Elegí “Viena”.
Destripe:
Gracias a mis conocimientos de geografía pude situar medianamente bien la posición. Cuando subí al taxi, aún dudaba entre dos; por lo que le pedí al conductor un atlas o algo que pudiera ayudarme. Hubo suerte. En la guantera tenía un viejo número del “National Geographic” dónde aparecía un mapa del mundo. Con un solo vistazo observé que me había equivocado. Le dije al taxista que cambiara de dirección y fuera a la calle Berlín. Apenas perdí diez minutos. CONTINÚA.


Elegí “Berlín”.
Destripe:
Logré situar rápidamente la ciudad en el mapa que había dibujado. Los profesores del colegio insistieron mucho en que aprendiéramos geografía y yo se lo agradecí en esos momentos. Cogí un taxi y me dirigí hacia allí. CONTINÚA.
Elegí “Lisboa”.
Destripe:
Estuve bastante tiempo intentando dibujar un mapa medio en condiciones y no pude. Por fin, con el tiempo apremiando, elegí Lisboa al azar; por cercanía, creo. Tomé un taxi y cuando llegue estuve dando vueltas varias horas sin encontrar ninguna tienda de animales. Desistí y días después estaba enterrando a Manolih en el cementerio. FIN.


El vehículo iba sorteando coches a gran velocidad. Miré la hora, eran las diez y cuarto. Faltaban menos de dos horas para que aquello terminara. Perdido en mis pensamientos deslicé la mano hacia el gran bolsillo lateral de las bermudas. Había algo duro y metálico. Ya no lo recordaba, pero aquello estaba en mi bolsillo. En la huida frenética de la casa, tras la llamada, se me olvidó coger las llaves, el móvil o la cartera; pero aquello no. Abrí el pequeño cajón trasero de la consola y allí estaba viejo y sucio, pero apunto como siempre: la pistola de mi padre. Aparté rápidamente la mano de él, no sabría si sería capaz de usarlo. Le pregunté al taxista si quedaba mucho; el me respondió que ya estábamos. Le pagué la carrera con el dinero del asesino y bajé del coche.

Era una pequeña calle comercial bastante solitaria. Eché a andar buscando el lugar. Enseguida mis ojos se dirigieron hacia un cartel luminoso que rezaba así: “Red Scharlach: tienda de animales”. Allí estaba. Rápidamente me dirigí al oscuro callejón que señalaba. Era el único negocio de aquella lúgubre callejuela; pero gracias a las luces del escaparate no tuve que recorrerlo a tientas. En las rejas del local pude ver colgado algo que me resultó muy familiar: la cinta del pelo de Manolih. Verla salpicada de sangre me recordó el cuerpo inerte, degollado, de mi mujer tumbado entre mis brazos. Aparté esos pensamientos de mi cabeza y prendí el pequeño sobre que pendía de la cinta. Era similar al que encontré en la iglesia: negro con letras púrpuras. Lo abrí frenético y leí su contenido:

“Felicidades Desmo por haber llegado hasta aquí. ¿Te cuento algo? Cuando era pequeño, odiaba coger autobuses para ir al colegio. Con tantas líneas y paradas siempre terminaba por equivocarme y aparecía en cualquier lugar. Muchas veces intentaba volver pero no podía porque ya no tenía dinero; me tocaba vagar por la ciudad solo. Mi madre me solía castigar cuando llegaba, pero nunca se preocupó por enseñarme a distinguir bien los recorridos de los buses. ¿Tú eres capaz de distinguirlas Desmo? Ve a la parada que está a la salida del callejón, en la otra acera. Desde allí tendrás que coger un autobús para encontrarme. ¿Cuál coger? Sencillo si sabes descifrar el siguiente enigma, encontrarás el color de la línea y el número de paradas que tienes que hacer para encontrarme: 1.- El hombre que hace 12 paradas trabaja los lunes, y el que hace una parada menos coge la línea Roja. 2.- Cantaneitor hace 9 paradas. No trabaja los jueves, como si le ocurre a Esdrás. 3.-La mujer que hace más paradas coge la línea verde y la que hace 10 trabaja los martes. 4.- El hombre que trabaja los viernes coge la línea azul. No se llama Acertijo, pues este coge la blanca. 5.- La señorita Sakumi hace 14 paradas y trabaja los miércoles. 6.- Verena coge la línea naranja, pero no hace 11 paradas. Fácil, ¿verdad? Como antes, te dejo dinero para el autobús. A ver si nos vemos pronto y me lo devuelves. Suerte. Acertijo.”

Me guardé la carta en el bolsillo de atrás junto con la cinta del pelo. Salí del callejón y delante de mí pude ver la parada. Esperando habían cuatro personas: una pareja de ancianos, un joven mochilero con un bloc de notas y una señora. Le pedí al joven una hoja y un bolígrafo, pues me serían necesarios para resolver el acertijo. Igualmente le pregunté la hora; eran las once menos cuarto. Al menos sabía que tenía que coger la línea blanca y en la dirección que debía hacerlo. Al parecer, esa línea llevaba a barrios obreros de la periferia y a algún polígono, por lo que no estaban muy concurridos a esas horas. Enseguida llegó el autobús me senté, pues estaba semivacío, y me enfrasqué con el enigma. Debía darme prisa, tenía nueve paradas de tiempo.

Me bajé en la parada número “nueve”.
Destripe:
No conseguí nada con la hoja y el papel; no había manera de sacar aquello. La presión pudo conmigo y cuando llegue a la parada número nueve, me bajé. Estaba en una opulenta zona residencial, pero por más que busqué no vi símbolos de que Acertijo hubiera estado allí. Tras dar muchas vueltas desesperado le pregunté a un hombre la hora: eran las doce y media. Desistí y volví a casa. A los dos días enterré a mi esposa en el cementerio. FIN


Me bajé en la parada número “diez”.
Destripe:
Tenía claro casi todo. Pero dudaba entre la parada diez y la doce. No tenía suficiente información pues podría ser la parada de Verena o Acertijo. Decidí arriesgarme a bajar en la décima y sino encontraba nada correría hasta la doceava. Me di cuenta demasiado tarde que me había equivocado; por más que corrí no llegue a la otra parada por lo que tras ver la hora en el reloj de una farmacia –las doce y media-, decidí volver para enterrar a mi esposa dos días después en el cementerio central. FIN


Me bajé en la parada número “once”.
Destripe:
Decidí bajarme en la número porque veía pasar las paradas y estaba desesperado. En cuanto lo hice me di cuenta de que allí no era pues solo había un viejo camino de tierra que llevaba al barrio que acabábamos de atravesar. Corrí hacia el autobús y tras unos cientos de metros lo alcancé. Decidí apearme en la siguiente parada. CONTINÚA
Me bajé en la parada número “doce”.
Destripe:
Siendo un experto en libretos de crucigramas y juegos variados, no me resultó difícil hacer la tabla que me ayudaría a resolverlo. Estaba entre la diez y la doce: Verena o Acertijo. Tuve suerte al recordar las revistas de moda que compraba Manolih, ¿una no se llamaba Verena? Por lo tanto, Verena era una mujer y hacía diez paradas. Acertijo hacía doce. CONTINÚA


Me bajé en la parada número “catorce”.
Destripe:
Más bien me obligaron a bajar. Era el fin del trayecto y yo, al ser tan cenutrio, no había logrado descifrar nada. Por más que supliqué el conductor se negó a dar la vuelta; tuve que ir caminando hasta la ciudad y al día siguiente enterrar a mi esposa en el cementerio. FIN


-¿Se baja usted aquí? – me preguntó el conductor.
- Si, he quedado con un amigo –mentí. ¿Por qué?
- Pensé que se había equivocado de parada. Este polígono está semiabandonado, solo hay un par de naves en funcionamiento y a estas horas están ya cerradas.
- Gracias por la información – alcé la mano y bajé del autobús.

El vehículo se marchó y yo me quedé durante unos instantes contemplando el tétrico paisaje. El lugar estaba sucio y descuidado. Los cartones y trapos viejos inundaban las calles, en forma de cruz, que se abrían ante mí. A los edificios les faltaba una buena mano de pintura y miles de arreglos; salvo uno que pertenecía a una empresa de plásticos y otro par de almacenes de neumáticos que estaban en mejores condiciones. Me pregunté si habría mendigos o drogadictos habitando aquellas naves.
Estando absorto en esos pensamientos oí una sirena acercarse por el fondo de la calle. Me giré; era la policía. Me oculté tras el cartel de publicidad de la parada. No quería que me vieran porque seguramente me estarían buscando. Había huido de la escena de un crimen y, aunque más tarde, pudiese explicar el porqué, nunca atraparía a Acertijo si me cogían. Recordé entonces como un par de horas antes, mientras sostenía el cuerpo, aún caliente, de mi esposa; cogí el sobre manchado de sangre que el asesino había dejado para mí. Mientras lo leía, con lágrimas en los ojos, escuche como unas voces lejanas decían mi nombre; eran Nice y Brandito la pareja gay del segundo. Seguramente escucharon mi grito cuando bajé, tras la llamada, y fueron a ver que ocurría. Yo solté de golpe el cuerpo de Manolih e inicié mi búsqueda.

Pasó el coche de policía y me dirigí a un viejo poste de hierro oxidado que había a la entrada del lugar. Allí pude ver, pegado con fixo, el sobre que indicaba que no me había equivocado. Lo cogí y miré la información que ponía en el poste. Era un mapa con todos los nombres de las calles y negocios del polígono Arawna (vaya nombre para un sitio así), y números de teléfono de éstos. Aunque creo que pocos estarían actualmente en funcionamiento.

Me dispuse a abrir el sobre -el último, por fin- y comencé a leer lo que allí ponía:

“Venga Desmo ya casi me tienes. Solo te falta un poco. Pero queda lo más difícil ¿sabes? La última prueba que me demostrará si eres digno de mí. Por cierto, ¿has pensado que vas a hacer cuando me encuentres? Yo lo tendría claro, pero yo estoy loco ¿no? Bueno, el tiempo apremia y tenemos una cita; aquí tienes el enigma que te desvelará el nombre del lugar donde estoy esperándote:

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§§a╔a e╔u¤io▀. ©e e▲Þe¤o.


¿Podrás descifrar los símbolos? Te he dejado las vocales para facilitarte las cosas. Date prisa. Suerte. Acertijo.”


No tenía ni idea de lo que allí ponía.
Destripe:
Solo podía ver un conjunto de símbolos sin significado aparente. Saque alguna palabra pero ninguna que me pudiese desvelar la situación de Acertijo. Decidí dejarlo todo y empezar a buscar por lo almacenes cerrados. Mpa, Gunlock, P.E.S, Ayoze, Areg y Blah fueron los que pude registrar. Después ya no había tiempo para más. Debían ser cerca de las una. Volví a casa y a los dos días despedí a Manolih en el cementerio. FIN


Logré descifrar el enigma.
Destripe:
Con la ayuda de las vocales que el asesino me ofreció pude sacarlo. Necesité mi tiempo pero lo conseguí. Busque el nombre de la calle y el del almacén en el mapa y calculé la hora. Debían faltar unos diez minutos para la cita. Debía de darme mucha prisa. CONTINÚA


Llegué jadeante al lugar y allí estaba la pequeña y sucia nave. En el letrero pude ver que era una antigua empresa de piensos para animales de granja. Entré, la puerta había sido forzada. Su interior estaba sumido en la oscuridad y yo no tenía nada que pudiera ejercer de linterna. Espere un momento con los ojos muy abiertos para que se me acostumbraran a la penumbra. Estaba en un pequeño pasillo que desembocaba a una puerta semiderruida. La abrí y entre. La luz de la luna se filtraba entonces por una cristalera rota. Allí había un montón de cajas vacías amontonadas en estanterías llenas de polvo. Giré mi vista hacia arriba y pude ver algo de luz en una oficina superior. Mi corazón se puso a mil pulsaciones y comencé a sudar como un cerdo. Froté mi mano contra el bolsillo que contenía el revólver y esto hizo que me relajará un poco; lo suficiente como para comenzar a subir los peldaños metálicos de las escaleras.

Allí estaba, sentado en un viejo sillón, el supuesto asesino. No lo había visto en mi vida. Era un hombre de unos cuarenta años, alto, rubio y de complexión delgada. Viéndolo nunca podría haber imaginado que se tratase de un criminal; aunque la sonrisa con la que me recibió tenía algo…algo siniestro.
-Siéntate – me ordenó. ¿Puedo tutearte Desmo?
No me senté
- Cumple el trato.-dije. He llegado hasta aquí superando tus miserables pruebas.
- ¿Trato? ¿Qué trato? Solo te dije que estaría aquí esperándote. Y aquí me tienes. –dijo echando el sillón hacia atrás.
- Entrégate – le ordené. Si yo te he podido encontrar la policía también lo hará tarde o temprano.
- A la policía no le doy esa posibilidad, ¿sabes? De hecho solo quería ver si alguien era capaz de hacerlo. Tengo que felicitarte: eres el primero. La próxima vez tendré que poner los retos más difíciles.
“Próxima vez”; el hijo de puta pensaba seguir matando.
-¿Por qué haces esto? ¿Por qué matar a gente inocente?
- Verás, te contaré algo. Hace algo más de un año, yo era un tipo normal como tú. Trabajaba ocho horas al día cinco días a la semana y volvía a casa con mi mujer y mi hija. Era feliz, incluso pensábamos en tener otro hijo. Pero, un tres de abril todo cambió. La empresa en la que trabajaba quebró y me quede en la calle. Estuve buscando trabajo pero la crisis era manifiesta y nadie quería contratar a un hombre de cuarenta años. La desesperación hizo que mi mujer me abandonara. Pidió el divorcio y se llevó a mi hija y nuestros últimos ahorros. Fue duro, con lo poco que me quedaba compré esta pistola – Acertijo levantó la mano y mostró una pequeña pistola.
-Me senté en el lecho que compartía días antes con mi mujer y me la puse en la cabeza. Apreté el gatillo pero el seguro estaba puesto. Ese hecho me dio algo más de tiempo para reflexionar y pensar en todo lo que me había pasado. Veía a la gente feliz con sus trabajos, casas, lujos y familias. Yo no tenía nada y no era peor que ninguno de ellos. Una chispa se encendió dentro de mí, una chispa desatada en el mismísimo infierno. Decidí que esos hombres tenían que sufrir igual que yo, por lo que les robaría lo que más querían: sus familias. Tú fuiste uno de los elegidos, pero no eres especial o distinto a los demás. – tomó aliento y prosiguió hablando.
-Has llegado hasta aquí y eso es muy meritorio, Desmo, pero ahora tienes que morir. Te voy a otorgar el placer de acabar con tu sufrimiento. –alzó el arma y me apuntó a la cabeza.
-Espera un momento. –le pedí. ¿Por qué los Acertijos? –necesitaba tiempo para sacar mi arma.
-Buena pregunta. – bajo el arma a la altura de la cintura sin apuntarme. Necesitaba ganar popularidad y mi mujer y yo éramos grandes aficionados a los enigmas. No se me ocurrió otra cosa mejor que esto.

Era el momento. Mi pistola estaba más o menos a la altura de la suya. Era como en el viejo Oeste el que fuese más rápido ganaría el duelo y viviría. Yo contaba con el factor sorpresa pero el tenía desenfundada el arma. ¿Qué hacer?...

Saqué el arma.
Destripe:
Estaba decidido ha acabar con aquello. Saqué la pistola todo lo rápido que pude y disparé. Tenía poca práctica por lo que falle el primer disparo; error que hizo que a él le diera tiempo a subir su arma y disparar. Tuvo más tino y me acertó en el brazo izquierdo. Yo volví a disparar y esta vez si tuve suerte. La bala atravesó su hombro. Los dos comenzamos a disparar frenéticamente hasta que un disparo mío le acertó en la frente. En ese momento todo se detuvo. El cuerpo de Acertijo yacía muerto detrás de la mesa. El mío no tardaría pues tenía varios impactos muy graves. Sobre todo uno que me hirió en el pecho. Los últimos momentos de vida estuve pensando en mi esposa y en que pronto me reuniría con ella en el cementerio. Podía morir tranquilo. FIN
No saqué el arma
Destripe:
Acertijo tenía mucha más experiencia. Seguro que me dispararía antes de poder sacar el arma. Preferí esperar. Fue una mala elección. Cuando terminó de hablar se oyeron unas sirenas en la lejanía. El asesino me apuntó y me disparó a bocajarro; no me dio tiempo a sacar mi pistola. A los dos días estaba enterrado junto a Manolih en el cementerio. FIN


FIN

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