viernes, 1 de febrero de 2008

FdC.-El escritor

El escritor se quedó sentado. Una vez más, como tantas otras. Asomó su mirada al cristal buscando a sus musas en los copos de nieve. Millones de diminutas partículas irisadas resplandecían en la oscuridad, arremolinándose en sus pensamientos. Toda la inspiración parecía descender, precipitándose. Derramándose de su cabeza. Y como era algo metafórico, de nada servía que pusiese sus manos debajo y mirase a ellas, intentando encontrar la idea, la chispa que encendería su gran obra maestra.

El escritor estaba convencido de que era un tipo mediocre. Como casi todos. Sin embargo, se reía de los demás escritores. Todos los fracasados que, como él, intentaban justificar las horas delante de un papel, una pantalla, una grabadora, una servilleta o un posavasos de un bar… Todo daba igual. Todo se reducía a pequeños momentos de locura. Si un árbol cae en el bosque…

El escritor sabía. Sabía que tenía sus momentos. Pero estaba cansado de que siempre llegasen cuando solo dos personas escuchaban. Cometía esa tremenda falta que cometen los espabilados. De su boca salía una frase ingeniosa. Pero como era un triste, casi nunca la escuchaba nadie. En ese momento intentaba repetirla, esta vez llamando la atención de la persona más cercana. Si el resultado no era satisfactorio lo volvía a intentar con la siguiente. Si la frase tenía éxito también la repetía. Por eso, el escritor pensaba que nombrar citas de personas famosas era desvirtuarlas. Esta frase es mía. Me la guardaré y será mi Epitafio. Mejor no. Me la guardaré siempre dentro de mí. Solo Dios podrá pronunciarla en voz alta cuando emita su último juicio.

El escritor intentó recordar la última frase que se había guardado. Aunque casi la sintió en sus labios. Había estado de copas con unos amigos y no soportaba la idea de quedarse solo. Discutió con una tipa. Él sabía que era una zorra. Así que intentó ser más directo que de costumbre. La tipa le rechazó y él desvió la conversación hacia su madre. Casi le dijo textualmente que prefería follarse a su madre que a una niñata mal criada y zorra que se lleva todo lo que pilla a la boca o peor. Ella, que no era muy lista, le contestó que preferiría estar muerta a follar con él. Él pensó “Yo en cambio te follaría aunque estuvieras muerta”. Le pareció una frase genial. La anotó mentalmente.

El escritor pensó que mejor escogería otra. Si lo último que tenía que decir Dios al emitir su juicio era esa bestialidad, probablemente Satanás daría buena cuenta de él. Pero Dios tenía que comprender que la rabia de un escritor fracasado trasciende a la moral y a la ética.

El escritor miró las siluetas de los edificios. La inspiración estaba allí. Una silueta. Un indicio. Un atisbo de melancolía de lo que es, lo que pudo ser y lo que hubieras querido que fuese. Las siluetas de los edificios… Rodeadas por los copos de nieve, que pasan a su lado dando constancia del frío y siendo testigos de su forma, de su interior, de su desesperación. Menuda mierda.

El escritor pensó en los bellos colores apagados de la nieve al depositarse en el suelo. Pensó en un mendigo muriendo de frío. Pensó en un perro que busca a su dueño. Pensó en los edificios altos, en mitad de esa nevada violenta. Y él, en una ventana. Su novela en una mano. Una botella de Johnnie Walker en la otra. Y su descenso. Un descenso a cámara lenta mientras busca los restos de su inspiración.

El escritor deseó sentirse otra vez como Dios. Creando. Dando forma a las ideas. Deseó tener el poder de detener el tiempo, de cambiarlo. De cambiar la vida de las personas. De recoger todos esos sentimientos que nos alegran, nos hacen llorar, nos ponen los pelos de punta. Todos. Los tristes, los alegres, los momentos de pasión o de amor. La Euforia, el terror, la victoria, la desidia, la sinrazón… el aburrimiento. Y meterlos todos en una pequeña bola de cristal.

Había terminado de nevar…

El escritor volvió a agitar su mundo con violencia gastada por la falta de inercia y todo comenzó de nuevo. Las siluetas de los edificios. Los millones de partículas irisadas y la madre que lo parió.


FIN

No hay comentarios: