viernes, 1 de febrero de 2008

9.-Día de venganza

Para lo que yo necesitaba hacer, tenía que librarme de aquel individuo lo más pronto posible; pensó Christian mientras abandonaba la iglesia del distrito norte de la ciudad seguido de cerca por el “mayordomo” del inefable magnate de las telecomunicaciones Robert Bale.
Bale había sido el principal sospechoso en el último gran caso del departamento de homicidios, se le relacionaba con una serie de atroces crímenes cuyas victimas fueron niños y niñas de entre diez y quince años; todos violados y asesinados brutalmente para ser posteriormente abandonados en solares aun sin edificar propiedad de esa maldita alimaña de Bob Bale.
Christian se había tomado el caso como algo personal y había logrado estrechar cada vez más el cerco alrededor del multimillonario. Desgraciadamente, cuando estaba a punto de lograr una prueba que él esperaba fuese definitiva para inculpar a Bale, el capitán del departamento de homicidios le aparto del caso debido a la presión de los altos cargos del ayuntamiento de la ciudad los cuales no querían ver implicado en un escándalo así al principal benefactor de sus campañas electorales. No contentos con ello, habían hallado además a un chivo expiatorio, un pobre diablo que había estado en el lugar erróneo en el momento equivocado. Para su desgracia tenía antecedentes por abusos sexuales a menores unos años atrás, lo que facilitó aun más el poder inculparle. Como odiaba Chris a esos malditos burócratas, sabandijas vestidas de Armani, pero sabandijas al fin y al cabo. Por desgracia para ellos se equivocaban si pensaban que el detective al que habían quitado de en medio se quedaría mirando sin hacer nada.
Precisamente, su visita de hoy a la iglesia de su niñez formaba parte de su plan para asegurarse de que Bale terminara pagando por lo que había hecho. El “mayordomo” llevaba siguiéndole casi desde que se había hecho cargo del caso, aunque en las dos últimas, con Chris ya fuera del caso, lo hacía de manera mucho más descarada. Chris decidió aprovecharse; así que lo atrajo al distrito norte, donde nadie se preocupa de lo que le pasa a los demás, donde incluso la policía evita adentrarse en la medida de lo posible, para poder interrogarle a gusto acerca de la mejor manera para entrar en la mansión de Bale sin ser descubierto.
Un día antes había alquilado una furgoneta con los cristales tintados, de manera que fuera imposible ver desde fuera quien la conducía o si alguien forcejeaba con sus ataduras en el asiento trasero. La aparcó a unas cinco manzanas de la iglesia en un callejón y hacía allí condujo al “mayordomo”. Echó a correr cuando llegó a la esquina que entraba a la oscura calleja y se perdió entre las sombras. Perkins, apodado por todos como “el mayordomo”, alcanzo la boca del callejón unos segundos después, pero no vio rastro del detective. Receloso se acercó a la furgoneta y comenzó a examinarla; súbitamente una mano surgió de debajo de la furgoneta y tiro fuertemente de su tobillo haciéndolo caer. En un instante sintió el dolor más agudo de su vida tras el violento golpe contra el suelo que le rompió la nariz. El dolor fue su único recuerdo consciente, pues al segundo siguiente un golpe en la nuca hizo caer un velo negro ante sus ojos.
Una hora más tarde despertaba atado a una silla en una siniestra habitación de reducidas dimensiones y sin ventanas, iluminada por la tenue luz de una única bombilla; las paredes eran totalmente grises y sin ningún tipo de ornamentación. Tras estos segundos de observación una terrible punzada de dolor le recordó la nariz, la cual no era más que una masa informe y sanguinolenta en su cara. El jodido detective se la había jugado a base de bien.
Perkins intentó zafarse de los nudos que le ataban a la silla, pero descubrió con desasosiego que no sólo no podía con ellos, sino que además el asiento estaba atornillado al suelo, de tal forma que era imposible moverse del sitio. Acto seguido el ex detective abrió la puerta y entro en la habitación cerrándola tras de si. Sin mediar palabra se acercó y le propinó un fuerte puñetazo en el estómago que le dejó sin aliento.
-Bien Perkins necesito de ti una información. Puedes elegir el camino fácil y decírmelo ya, y quizá te deje vivir o podemos recorrer el camino más largo y que yo disfrutaré más-dijo Chris con una voz que denotaba una gran impaciencia.
Por toda respuesta, el “mayordomo” escupió a los pies del detective y le miró de manera desafiante. Chris encogió los hombros levantado las manos como diciéndole “Tú lo has querido”.
Durante la siguiente media hora solo se oyó dentro de aquella pequeña habitación el sonido de los huesos que se iban rompiendo ante la violencia de los golpes que caían uno tras de otro sobre cada parte de su cuerpo. Tras un duro golpe que le rompió un par de costillas más y que termino de desollarle a Chris los nudillos de la mano derecha, el detective agarró a Perkins del pelo y le levantó la cabeza que llevaba los últimos minutos de la paliza caída.
-Vamos Perkins, esa mierda que tienes por jefe no vale todo este sufrimiento. Si me dices lo que quiero oír te dejaré ir. ¿Estas dispuesto a contestar ahora?-le susurró al oído.
La cabeza se movió arriba y abajo asintiendo de manera casi imperceptible. Tras varios minutos de una desagradable charla llena de esputos de sangre el detective consiguió averiguar cual era la mejor ruta de entrada al caserón del multimillonario. Por fin podría saldar cuentas con ese hijo de puta. Tras conseguir la información se dirigió a la puerta cuando de repente el remedo de ser humano que había en la silla le dijo unas palabras.
-Eh detective, has dicho que me soltarías- apuntó con una voz casi inaudible y llena de esperanza.
Chris se volvió sacando su pistola y le respondió:
-Te mentí-tras decir esto le voló la cabeza de un certero disparo, manchando la pared de detrás con la sangre y los trozos del cerebro del sicario de Bale.
El detective salió de la habitación cerrando tras de si la puerta y sin remordimientos. Con las malas hierbas hay que cortar de raíz, si no corres el peligro de que se reproduzcan.

Un par de horas más tarde, siguiendo las instrucciones de Perkins, el detective se encontraba entre las sombras que había alrededor de la entrada trasera de la propiedad de Bale. Se suponía que de un momento a otro vendría una furgoneta de reparto para aprovisionar a la mansión.
Diez minutos después Chris se colaba en la enorme finca agarrado a los bajos del vehículo de reparto. En cuanto la furgoneta pasó cerca de la mansión, el detective se dejo caer rodando por el suelo. Se levantó y entre las sombras se acercó a una de las entradas que usaba el servicio para acceder a la residencia del magnate.
Ciertamente la suerte le sonrió, pues justo en ese momento una de las criadas salió a tirar la basura del día sin darse cuenta que algo se había caído impidiendo que la puerta pudiera cerrase del todo. Chris lo aprovechó y se coló en la vivienda, asegurándose de que dejaba la puerta cerrada.
Una vez dentro subió a la planta superior donde sabía que encontraría la habitación de Bale. Ya habían estado allí buscando pruebas aunque les fue imposible encontrar algo que probara la culpabilidad del millonario.

Bale se encontraba en su dormitorio observando con ojos lujuriosos a su última captura. Se trataba de una aterrada niña de no más de diez años. Mucho riesgo había corrido Bale para atrapar a la cría, yendo el solo con el destartalado coche que usaban para coger a los niños que más tarde serían vejados y asesinados en aquel mismo cuarto. Se preguntaba donde se habría metido Perkins; quizá se había entretenido dando una lección al molesto detective. Tan enfrascado estaba en sus pensamientos que no oyó la puerta al abrirse a su espalda.
-Hola Bale-saludó Chris desde la puerta.
El millonario se giró tan rápido que por poco se cae al suelo. Su cara mostraba una mueca entre la sorpresa y el terror.
-Se acabó el juego por hoy Bob-dijo secamente el detective. Y acto seguido se dirigió a la niña.- Hola preciosa como te llamas.
-Marta-respondió la criatura con un hilo de voz apenas inaudible.
-Bien cariño, ahora vas a salir y me esperaras en la planta baja al final de las escaleras, ¿de acuerdo?-dijo señalando hacia la puerta.
La niña asintió con la cabeza y salió corriendo de la habitación. Acto seguido Chris cerró la puerta. Tras una conversación en la que el detective le pedía a Bale que le diera algo desde fuera de la habitación se oyeron las suplicas ahogadas del millonario, las cuales desaparecieron tras el sonido del disparo que acabó con su vida.
El detective salió de la habitación guardándose algo en uno de los bolsillos de su chaqueta y bajó las escaleras. Le asustó ver la mirada de satisfacción de la niña que seguramente había escuchado el disparo e imaginaba lo que había pasado. No la culpaba por ello pero le asustaba ver que al final los monstruos reales como Bale eliminaban la niñez de sus víctimas de un plumazo.
Salieron de la mansión entre el revuelo que había creado el ruido de la habitación del dueño del caserón. Llevó a la niña a su casa y sin esperar a que sus padres abrieran la puerta se marchó del lugar a toda prisa. Realizó una llamada desde su móvil y se dirigió al cementerio de la Zona Este de la ciudad, la de clase media-alta, y buscó una tumba en particular.
Allí le esperaba un periodista del Times amigo suyo. Se saludaron y Chris sacó de su bolsillo unas fotos, seguramente hechas por la sabandija de Perkins, las cuales inculpaban a Bale, pues le mostraban con algunas de las víctimas en poses que es mejor no describir. El periodista prometió a Chris que las fotos verían la luz. Se despidieron y cada uno fue por su lado. Nadie vio jamás a Chris Stokes…

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