viernes, 1 de febrero de 2008

13.-El triunfo tenía un precio

Para lo que yo necesitaba hacer, tenía que librarme de aquel individuo lo más pronto posible. ¿Cómo he llegado a esto? No lo se…

----------------------
La iglesia estaba en silencio. El silencio sepulcral que la hace característica. Solo un pequeño hilo musical barroco nos conecta a los presentes. Todos estamos hablando con Dios. Pidiendo perdón. Pidiendo clemencia. Pidiendo ayuda. En mi caso… Pidiendo amor.
De todas formas, toda la vida he estado intentando hablar con el altísimo, y nunca se ha dignado a hablarme. ¿Donde estaba cuando mi padre murió por sobredosis? ¿Por qué no apareció cuando mi hermano mato a mi madre y la policía le acribillo a balazos, hace ya veinte años? ¿Por qué nunca me frenó en tantas y tantas veces donde yo no pude pararme? Dicen que te da fuerzas, pero a mi me lo ha quitado todo. Y aun así, estoy pidiéndole… rogándole a ese desgraciado.
Da igual, debo levantarme e ir al confesor, es la orden. Es mi deber, mi pecado.

- Padre, perdóneme por que he pecado.
- Dime hijo, ¿Qué has hecho?
- Estoy apunto de matar a un hombre. La vida… el señor, me ha llevado a ello, no puedo hacer otra cosa. Perdóneme, oh padre.
- Yo no puedo hacer nada. Eres tu quien debe arrepentirse, y juntar fuerzas para evitar tal tragedia. Dios te ayudara, solo si dejas que entre en tu corazón. ¿Te arrepientes hijo?
- Lo que yo haga no tiene sentido ya. Ha sido ordenado. Lo siento.
El silenciador disparo una, y dos veces y el cuerpo se quedo sentado, quieto, fusionando la sangre enrojecida, que caía como un río hasta el suelo, y la negra sotana del hombre.

----------------------
Roger Stevenson. Había entrado a formar parte de nuestro “club” cuando empezó a perder dinero con las típicas apuestas y partidas. Todos piensan que son los mejores, y la vergüenza les prohíbe dejarlo. Cuando lo han perdido todo, yo soy el encargado de atarlos al deber. Pero a veces, se vuelven inseguros. Se vuelven inservibles.
Roger era un esquizofrénico, todos los sabíamos, pero nos era útil, así que cerrábamos el pico, y le reíamos las gracias. Sin embargo, todo el mundo esperaba algún día que el trabajo saliera mal. Nadie lo decía, pero sus miradas lo reflejaban, las leía como un libro abierto.
Lo diré sin tapujos, todos somos unos egocéntricos, y no queríamos formar parte con un loco que tenia un arma en la mano.
No era felicidad, pero tampoco tristeza, lo que sentí cuando me lo ordenaron.
“Sabia demasiado”… esa es la excusa que me dieron, y yo a callar, y a apretar.
Le enviaron a una ultima misión, menor, sin errores. Como digo, son tan egocéntricos que si quieren matar a alguien, son ellos quien se encargan… bueno, en este caso yo.
Había un maldito cura, uno de esos que no dejan de entrometerse en los asuntos ajenos. Natural del pueblo, sabia todo de todos, y es que ser amigo del señor no significa no tener poder o información. A mi jefe se le han debido hinchar las pelotas y ha querido matar dos pájaros de un tiro. En cuanto salga Roger de la iglesia, lo recogeremos con el coche.
Y salió, tiritando.

- Roger, ¿Has hecho el trabajo?
- Hola Ben… Si, ¿Qué haces aquí? ¿Me vas a pagar ya?
- No, tienes que venir con nosotros. Hemos decidido ascenderte, tendrás trabajos mas difíciles, pero cobraras el doble o el triple. Solo tienes que hacer un trabajo con nosotros y según como te portes…

----------------------
Ben Harply. Pobre diablo. Los juegos macabros no me gustan nada, y si no fuera por la gran amistad que me une al gran jefe, ni me hubiera planteado participar. ¿Quién sabe, si yo también estoy incluido en la lista negra?
Jon el cura, es natural. Esos cabrones se creen con derecho a saberlo todo de todos solo por que se creen los jueces de Dios. El pobre Roger… perdió la partida en cuanto decidió jugar a las cartas contra nosotros, era cuestión de tiempo que lo quisieran matar. Pero el pobre Ben… Había pasado mis primeros cinco años junto a ese tío. Nos mandaban a hacer todo juntos, y nos separaron después.
Lo que menos me podía imaginar es que me ordenaran matarlo. Pero la única regla que jamás debe romperse es la de no hacer preguntas, ni porqués. Y Ben la rompió.
El “caso Argolla” nos podio a todos. Ese hombre era el ídolo de casi todos los que trabajábamos allí. No llorábamos por que éramos hombres, pero si nos reíamos, y la falsedad de la risa se detecta mas rápido que una lagrima. Ben no pudo hacerlo, no se vio capaz de matar a su propio padre, y eso no les gustó a los jefes.

- Ya vienen. George, enciende el motor.
- A sus ordenes, Sr Gaspar.

----------------------
Paul “Strauss” tiro el cigarrillo, o lo que quedaba de el, contra el suelo en cuanto vio los faros del coche a lo lejos. Las nubes caminaban por encima de todo horizonte, quebrando cualquier tipo de luminosidad natural, y el desapareció.
La historia de Paul es como tantas otra en un mundo de poder y dinero. Los hay con mala suerte, y los hay con la bendición de Dios.
Su compañía era un cúmulo de personas repartidas por el mundo. Con el único destino de matarse entre ellas. Nadie sabe como empiezan estas cosas, pero hay mucha gente capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Ese era el caso de Paul Strauss.
George, un conductor que trabajaba secretamente para ellos, estaba trabajando como espía en “los hombres blancos”, la compañía enemiga. Como cualquier sicario, nunca sabes realmente que hacen estos hombres, solo te limitas a estar donde tienes que estar y a apretar el gatillo. Y George sabia donde tenia que ser. Hacia exactamente 4 días llamo por teléfono.

- Tenéis la oportunidad ideal, voy a ser el encargado de transportar a tres de ellos.
Calla y escucha, a uno de ellos no le conocéis, pero tendré a Ben Harply y a Fernand Gaspar, totalmente libres, y en mitad del campo… Es todo un cúmulo de traiciones que mejor no voy a contar, pero si, estarán todos a descubierto en pleno monte.
Estupendo, llevad a cualquier francotirador, y que se aposte en el lugar. Si, os digo los detalles…


Y ahí estaba, Paul, en plena oscuridad, enjutado en un disfraz, imposible de detectar, y menos desde un coche.
Un coche que se acercaba cada vez mas, con cuatro integrantes.
Y los cuatro debían morir. Desde hace tiempo, George estaba en el punto de mira.

----------------------
Desde el coche, la oscuridad era pleno negro en derredor aun con los faros encendidos.
George, un tío bastante afable, majo en general, pero poco hablador, estaba reduciendo la velocidad, íbamos a parar. La hora de Roger se acababa.
Fernand me miraba con una sonrisa, intentando disimular nuestro trabajo, los dos sabíamos lo que pensaba el otro, lo sabíamos exactamente, sus ojos me lo decían, pero era nuestro trabajo, y había que hacerlo.
Salimos los tres del coche, al mismo tiempo que el impetuoso clima dejaba un pequeño claro en la superficie del cielo para poder ver la luna llena. Hubo algo mas de luz.

Creo que ahí fue el momento en que Roger se dio cuenta. Fernand se acerco lentamente a el, y la luna refuljo en sus ojos cuando apretó el gatillo. La bala se le incrusto en el pecho, y la sangre empezó a brotar.
Todos nos callamos, menos Roger, que nos dedico unas ultimas palabras.

- Cabrones… Por favor, Señor, llévame contigo, me arrepiento de mis pecados, Señ…

Todos nos arrepentimos, pero mientras, la muerte nos sigue.
Y la muerte nos alcanza.
Nadie oyó el segundo disparo. Nadie, hasta que alcanzo el cristal de la ventanilla, y el cráneo ya inerte de George.
Fernand tenia los ojos abiertos como un búho en cacería y antes de que pudiera gritar que entráramos en el coche, mi arma ya había disparado contra el.
Como dije, los dos sabíamos lo que estaba pensando el otro. Y la traición es mi especialidad.

Dos cuerpos tendidos en el suelo, y otro ensangrentado en el coche… Era una trampa. Gracias a Dios ideada por mi.
El francotirador, apostado en la oscuridad, se levanto.
Paul Harply, alias “Strauss”, bajo ladera abajo. Mi padre. Con una sonrisa radiante.
Lo que pasó a continuación es lo que me martirizaría hasta hoy en día, mi propio padre, debía morir.
Para lo que yo necesitaba hacer, conseguir ascender, llegar a ser algo, tenía que librarme de aquel individuo, mi padre, lo más pronto posible. El “caso Argolla” estaría cerrado.
No le deje hablar, si lo hacia jamás podría hacerlo. El lo supo, y lo entendió.

Mis jefes no son idiotas, consiguieron matar al maldito cura entrometido, al esquizofrénico loco, a George, que sabíamos que era espía, y cerraron el caso Argolla. Lo único que pagaron a cambio es dejar que me deshiciera de mi mejor competidor, Fernand, que me iba a quitar mi futuro.

A mi me ascendieron y ahora soy de los que se dedican a dar ordenes.
Hace bastante que no aprieto ningún gatillo, pero no olvido mi terrible pecado, y nunca lo olvidare. Me consumirá día y noche, hasta que muera. Y lo único que puedo hacer es visitar a mi padre. Y visitar su tumba. Y pedirle perdón.


Paul Harply
“Con la gracia de Dios”

No hay comentarios: