Se dice que hace unos años, un grupo de periodistas del canal de televisión de esa ciudad fue a investigar el edificio para comprobar que es lo que realmente pasa allí dentro, que es lo que tanto asusta a la gente y les hace mudarse de casa para irse muy lejos de sus hogares, los hogares donde habían crecido y vivido gran parte de su vida.
Los periodistas entraron por la puerta que hacía un agudo ruido al girarla, de la oxidación y antigüedad de ésta. Sus pasos resonaban por los pasadizos desiertos con un retumbo sombrío. Caminaban poco a poco, sin prisa pero sin pausa, y daban pasos pequeños, mientras la densa oscuridad les inundaba, cada vez más, tanto que tuvieron que encender las linternas. El cámara cogió una y la encendió. Enfocó hacia arriba, abajo, derecha… hacia todas direcciones para inspeccionar todo lo que les rodeaba. La humedad era totalmente presente dentro de la edificación, en igual medida el miedo lo era dentro de los periodistas. Ellos ya estaban acostumbrados a este tipo de experiencias, no era el primer reportaje que hacían sobre algo así, pero tenían una sensación extraña, una sensación que nunca antes habían tenido, como si aquel lugar fuera diferente a los otros, como si tuviera algo en especial que los diferenciaba del resto. No sabían lo que era pero estaban seguros de ello.
Continuaron caminando, pasando de sala en sala. Todas ellas estaban vacías, aún no se había incorporado el mobiliario, aunque una de ellas… Tenía un mueble. Solo esa habitación la tenía; una cuna. Una cuna de madera de arce, pulida y barnizada, pintada de color azul claro, que le daba un toque aún más infantil e inocente. El periodista y el cámara se miraron extrañados preguntándose que hacía una cuna allí en medio, si las obras aún no habían terminado y nadie se había mudado allí. Se acercaron un poco más y dentro vieron… Una muñeca, una muñeca de porcelana, con el pelo rubio y rizado, y con un vestidito de seda. Pensaron que era de algunos niños que se habían colado allí para jugar a padres y a madres, o a otro juego. Se dieron la vuelta y se dirigieron hacia la abertura de la pared donde en teoría debería ir una puerta, pero justo antes de salir, escucharon algo, una cosa que parecía provenir de las distancias. Ese ruido se intensificaba por cada segundo que pasaba, cada vez se hacía más nítido y fuerte, hasta que al final pudieron descifrar lo que decía: <
Los dos se quedaron inmóviles, paralizados del miedo y la agonía que sentían en ese instante, y con los ojos abiertos, se giraron lentamente en dirección a la cuna, y miraron dentro; la muñeca de porcelana había desaparecido. Ahora estaban más nerviosos y tensos que antes. Su pulso iba dos veces más rápido de lo normal. Podían salir corriendo, pero no lo hicieron, optaron por quedarse allí y seguir investigando. El cámara no dejaba de grabarlo todo para luego dejar constancia de lo que habían vivido. Continuaron, a diez pasos por minuto, lentos como una tortuga, avanzando mientras sudaban sudor fría. En ningún momento hablaron, no se podían quitar de la cabeza esos susurros y esa misteriosa desaparición de la muñeca. Quizás era verdad lo que decían los vecinos, quizás era verdad que había fantasmas u otros hechos paranormales…
Decidieron que debían salir de allí de inmediato, ni el periodista ni el cámara podían aguantar más esa tensión, esa angustia, esa inquietud que les circulaba por todo el cuerpo. Llevaban ya unas dos horas deambulando por allí sin encontrar nada salvo una cuna y una muñeca que posteriormente desapareció. Y tampoco se olvidaron de los susurros, no se los podían quitar de la cabeza.
Ya veían el portal de entrada, y decidieron correr ese último trozo para salir de allí lo más rápido posible. El periodista salió y corrió un poco más para llegar al banco que estaba justo delante, para descansar un poco. No había nadie en la calle, ni tampoco a su alrededor… ¿Dónde estaba el cámara? Cuando se dio cuenta asomó la cabeza por el edificio y gritó su nombre repetidas veces, pero lo único que obtenía como respuesta era su propio eco.
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