miércoles, 20 de febrero de 2008

FdC.-En memoria del maestro

“La naturaleza aborrece el vacío: eso fue lo que Demócrito de Abdera escribió. Y, ciertamente, puede decirse que ningún hombre ha logrado aprehender la Verdad, pero si alguien ha estado cerca de ello, ha sido él. Ni la multiplicidad de entidades de Platón, ni la negación de las mismas por Protágoras, esconden detrás concepciones tan profundas.”

“En la época de Demócrito, todo era simple: fuego, agua, tierra, aire; cuatro elementos componían el universo. Pero el conocimiento de los hombres aumentó, y el número de sustancias conocidas también, hasta formar un mosaico ininteligible, que los alquimistas trataron sin éxito de reducir a los cuatro insuficientes componentes de la época clásica. Hasta la época de Dmitri Mendeleev no se tuvo claro que todas las sustancias eran combinaciones de unos pocos elementos, incluidas las que antaño se creían irreducibles. El átomo pasó a ser el bloque basal de la estructura de las cosas. La complejidad del mundo fue domeñada de nuevo. Las moléculas, como si fueran manos de un juego de cartas, formaban sus combinaciones a base de noventa y dos variedades diferentes de átomos que la naturaleza presentaba. Sí, con posterioridad fueron añadidos más elementos, pero apenas formaban parte de las cosas conocidas. Y el mundo se complicó de nuevo, pues cien bloques básicos eran muchos más que cuatro.”

“Pero unos siglos más tarde fue descubierto que el átomo se componía de núcleo y electrones: y el núcleo estaba formado por protones y neutrones, superposición de carga que requería de una fuerza aparte para su existencia: tres bloques básicos de nuevo. Y volvimos a un escenario sencillo, en el que todos los átomos, ahora infieles a su nombre, eran construidos sólo con tres conceptos.”

“Pero los instrumentos se refinaron, y la naturaleza inquisitoria de los hombres hizo observar a los neutrones romperse; y de esa ruptura, y de otras provocadas por ellos, aparecieron más partículas que subyacían a ese nivel de realidad: piones, kaones, muones, y otras muchas, docenas, que requirieron de una nomenclatura intrincada y agotadora de alfabetos, y el papel en la estructura de la realidad de tales entidades no podía negarse: floreció un zoológico de partículas elementales de difícil clasificación y cuyo papel no siempre estaba claro. Y la simplicidad se desvaneció con la mejora en la visión, y el mundo fue complicado de nuevo, pues nadie sabía cómo interpretar la existencia de tantos bloques de construcción.”

“No obstante, los hombres tuvieron paciencia e ideas, y de nuevo llegó una visión de las cosas: las partículas eran seis leptones indivisibles y seis quarks indivisibles, y las combinaciones de estos últimos en grupos de dos y de tres, de acuerdo a ciertas reglas, daba como resultado de su alianza no sólo todas las partículas conocidas, sino otras muchas que aún no se habían observado. Y estos doce bloques resultantes conformaban un universo simple de nuevo, explicando sus interacciones, además: todos los fenómenos conocidos, salvo la gravitación.”

“La gravedad fue un agujero en el puzzle de las cosas que se acabó convirtiendo en una fuente de complejidad otra vez, otra oscilación más en el péndulo de la Ciencia, pues escapaba a todo intento de descripción mediante los hechos conocidos. Para poder incluirla dentro del marco conceptual establecido hubo que inventar muchos bloques nuevos, modelos matemáticos que engranaban la geometría del espacio en el conjunto de elementos a construir. Y la materialización de toda partícula y toda propiedad fue explicada por medio de elementos unidimensionales llamados cuerdas: rizos infinitesimales del espacio cuyos modos de vibración daban lugar a la masa, a la carga, a las fuentes de las fuerzas elementales, y a las partículas sobre las que actuaban y que a su vez transportaban dichas fuerzas. Pero las cuerdas eran muchas, cientos de nuevo, divididas en categorías y tipos, y agrupadas en cinco modelos diferentes, y la complejidad se presentó de nuevo ante los hombres dispuesta a reclamar su sitio entre todas las cosas.”

“Pero la humanidad no detuvo su búsqueda, y los objetos que fueron unidimensionales se transformaron en bidimensionales, membranas hechas de espacio, abiertas o cerradas sobre sí mismas, compartiendo bucles y rizos, pero agrupadas en un solo modelo. La complejidad de los comportamientos de las membranas, fibrados y bucles se resolvió por medio de torsiones del vacío, parches de luz y oscuridad de cuatro tipos diferentes que operaban según reglas de un autómata celular: los códigos Wolfram-Friedman que estructuran la propia geometría del espacio, la materia base de la realidad de las cosas, el juego de combinaciones simples que da lugar a la infinita diversidad del cosmos, y cuya existencia ha acabado dando la razón a aquellos que desde algunos siglos atrás sospechaban la naturaleza básicamente computacional del universo. El vacío, pues, no existe: es una extrapolación de un conjunto de instrucciones, una consecuencia de la evolución de las combinaciones de símbolos básicos. Demócrito estaba en lo cierto.”

“Esos mismos códigos son los que conforman nuestro mayor logro, las inteligencias artificiales de sustrato: las entidades de escala cuántica cuya manipulación a nivel fundamental de las instrucciones de autómata celular que conforman el espacio físico nos ha llevado más allá del tercer nivel de la escala Kardashev, permiten la tunelización del espacio y la ingeniería de la materia; básicamente, ellas son tanto la causa como la consecuencia del desarrollo tecnológico asintótico de las últimas décadas, y nos permiten alterar mediante órdenes sencillas la naturaleza básica de la realidad, según las reglas que veremos a lo largo del curso. No subestiméis la importancia de las IAs en la sociedad actual, ni su implacable aplicación de la disciplina en caso de que no os apliquéis en el estudio, ya que debo recordaros que yo mismo soy una de ellas.”

“Esto será todo, por tratarse hoy del primer día. Los que tengáis a continuación la clase más avanzada de Taumaturgia II, por favor, id sacando vuestras varitas.”

(Dedicado a Arthur C. Clarke)

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