lunes, 4 de febrero de 2008

8.-Un gran corazón

Llegaron a Asteasu con las primeras nieves el invierno, esas que hacen que los niños salgan a la calle para emprender épicas batallas de bolas de nieve, cuando el frío es todavía una novedad que apenas incomoda y el hambre producto de la escasez de comida una amenaza muy lejana. Venían huyendo de una guerra que duraba años y había asolado su lugar de origen

Aparecieron en una carreta tirada por un enorme caballo percherón. Eran tres personas en una familia de cuatro miembros, formada por un matrimonio, Laura y Marlon, un niño llamado Marco y Lagun. Este era un perro inmenso que trotaba desgarbadamente junto a la carreta permanentemente atento a todo lo que hiciera Marco, su joven amo.
Lagun, una mezcla de mastín y san bernardo fue adoptado por la familia un año antes. Cuando lo hallaron era un cachorro de cuatro meses, al que encontraron medio muerto, apaleado y atado a un árbol para que muriera de hambre. Lo cuidaron y pasó a ser un miembro más de la familia.

Marco, que era un niño de unos siete años, iba completamente absorto en la lectura de un libro. Leer era su pasión y los libros su posesión más querida. Laura, su madre, colocó una mano sobre su hombro y le indicó que bajase de la carreta. Él levantó la vista de la página que estaba leyendo, colocó una señal en ella y saltó al suelo.
En cuanto pisó la tierra las patas delanteras de Lagun se apoyaron sobre sus hombros y una inmensa lengua sonrosada llenó de babas la cara de Marco. Ambos acabaron revolcándose por el suelo en ese simulacro de pelea que llevaban practicando desde que se conocieron. Laura y Marlon sonrieron comprensivos a la vista de un espectáculo para ellos, tantas veces repetido, al final del cual ambos contenientes acababan felices y jadeando.

Estaban en la plaza de Asteasu, la cual era esencialmente un cuadrado formado por una serie de casas agrupadas en torno a una fuente. Los lugareños que habían contemplado entre asustados y divertidos la lucha entre el perro y el niño miraban expectantes a la original familia.

Marlon se presentó a Aldo el señor local que habitaba en la casa-fortaleza que estaba en la cima de la colina. En torno a ella y en forma de círculos concéntricos se agrupaban el resto de viviendas de la villa.

Aldo concedió a Marco y su familia el derecho a ocupar una casa que había quedado deshabitada a cambio de los servicios de la familia. El padre ejercería de cazador, trampero y trovador ocasional y la madre se ganaría su salario trabajando en la casa de Sócrates, el anciano maestro que ya no ejercía como tal, ante la falta de interés de los lugareños por el conocimiento

Emplearon los primeros días en instalarse, arreglar su casa y conocer el entorno y a las personas con las que iban a convivir.

Marco y su inseparable compañero Lagun fueron los primeros en lanzarse a explorar. Recorrieron las callejuelas del pueblo fijándose en todos los detalles. Finalmente llegaron a una pequeña campa situada junto a una de las salidas del pueblo. En ella un grupo de chavales se divertía jugando con una pelota.

El juego se detuvo y los niños contemplaron con curiosidad a la pareja de recién llegados .El protagonista de nuestra historia intentó explicarles mediante gestos su intención de jugar con ellos, pero estos empezaron a reírse de él. Le llamaban tonto por no saber hablar, retrasado y cosas así. Evidentemente sus padres se habían preocupado en explicar a la gente de la villa que Marco era mudo y a estas alturas todo el mundo lo sabía, nada corre tanto como las malas noticias, pero es cierto que hay pocas cosas más crueles que un grupo de niños.

Continuaban mofándose de él, le llamaban mono y le arrojaban pequeños trozos de madera. En ese momento Lagun decidió intervenir, se interpuso entre su amigo y los niños y comenzó a gruñir a la vez que les mostraba sus enormes colmillos. Los niños asustados huyeron despavoridos.

Inmediatamente el perro se acercó a su joven amo que sentado en el suelo lloraba desconsolado, frotó su cabeza contra la del niño y con su lengua enjuagaba las lágrimas de Marco

El chaval decidió no contar nada de lo sucedido y se enfrascaba en sus libros o jugaba con los soldados de madera que le había ido tallando Marlon. Sus padres viéndolo triste y solitario se concentraron en él. Acompañaba a su padre al bosque y éste le enseñaba todos lo secretos de la vida en el mismo, aprendió a cazar, seguir huellas, tender trampas y sobrevivir en medio de la naturaleza.

Su madre hizo que fuera con ella para ayudarla en las tareas de limpieza y allí conoció al viejo Sócrates. Ambos conectaron desde un comienzo: el maestro encontró un alumno ansioso de aprender y Marco encontró a una persona deseosa de transmitir sus conocimientos y una biblioteca llena de maravillosos libros que le transportaban a parajes desconocidos y acontecimientos maravillosos.

El invierno transcurría feliz para nuestro personaje que pasaba los días entre las aventuras que vivía en el bosque y el aprendizaje de historia, literatura, matemáticas, geografía, etc. con su amado maestro. La naturaleza y los libros eran sus nuevos amigos.
A mitad del invierno extraños sucesos vinieron a alterar la tranquilidad de la vida en la aldea. Llegaron rumores de la aparición de animales despanzurrados en el bosque, aparecieron huellas de un extraño animal y el buhonero que visitaba el pueblo para comerciar trajo noticias de la existencia de un dragón que se había instalado en la zona.
Los aldeanos se encontraban asustados y el miedo se convirtió en pánico cuando en una noche de luna llena se vio volar sobre la aldea a un inmenso dragón.
Las leyendas decían que los dragones eran poseedores de inmensos tesoros que habían ido acumulando a lo largo de sus longevas vidas y por ello Asteasu se vio invadido por cazadores de fortunas que querían atrapar al animal y hacerse con sus riquezas.
Muchos fueron los que partieron a la busca del dragón pero de ellos nunca más se supo. Marlon encontró en el bosque restos de armaduras calcinadas, caballos que huían presas del pánico, árboles quemados y armas y flechas desperdigadas por diferentes parajes.
Marco preguntó a su padre por qué no se ocupaba él del dragón, a lo que este respondió que los dragones tienen una cubierta de escamas a prueba de flechas y lanzas, poderosas garras, enormes colmillos y son capaces de arrojar llamaradas que funden el metal más resistente. Vamos, que eran difíciles de derrotar. Sin embargo se les puede vencer. Su punto débil son los ojos, si le aciertas de lleno con una flecha en el centro del ojo, el dragón muere.

Pero Marlon le dijo que los dragones esencialmente eran animales pacíficos. Sólo matan a otros animales para alimentarse y no atacan si tú no les atacas primero. Aparte de todo, eso lo de los tesoros que acumulan no es más que una invención de los hombres. A los dragones sólo les interesa la supervivencia y el conocimiento.

Sócrates confirmó al niño las palabras dichas por su padre y le contó que hubo épocas y lugares en los que dragones y humanos convivieron en paz e incluso se dieron casos de amistad entre miembros de ambas especies. Le prestó un libro en el que se hablaba de todo ello y que mostraba reproducciones de dragones. Los había de diferentes tamaños y colores pero todos ellos eran de una gran belleza.

Marco decidió que no todo se aprende en los libros y que quería ver un dragón de verdad. Se hizo con comida, preparó su arco y a la hora de acompañar a su madre a la casa del maestro simuló estar enfermo para así poder quedarse en casa. Su padre estaba en el cobertizo de la casa trabajando unas pieles de zorro para venderlas en el mercado, así que el niño se deslizó silenciosamente por la puerta trasera de la cabaña, y salió en dirección al bosque con Lagun pegado a sus talones.

Se adentraron por el bosque y vagaron en busca de indicios que les llevaran al dragón. Una trocha abierta a base de romper ramas y derribar arbustos les mostró el camino hacia su objetivo.

Marco le indicó a Lagun que permaneciera a su lado y sin ladrar, cosas que había aprendido acompañando a Marlon en sus expediciones e caza y continuaron avanzando.
Llegaron a un claro del bosque y allí tumbado vieron un inmenso animal de color plateado que disfrutaba restregándose contra el suelo. De pronto el animal se quedó quieto giró la cabeza y fijó dos inmensos ojos verdes directamente al lugar en el que se encontraban Marco y Lagun.

Nuestro personaje olvidó por completo el arco que tenía colgando a la espalda, olvidó el asunto del ojo y la flecha y lo único que le vino a la mente es que era un animal realmente maravilloso y que le gustaría conocerlo.

- “Bueno y si quieres conocerme por qué no te acercas y así nos vemos mejor”.

Marco dio un respingo y completamente anonadado se acercó al dragón.

- “Si soy mudo y me comunico mediante gestos o escritura, ¿cómo puedo haberme comunicado contigo?”
- Porque leo tus pensamientos igual que hago con los de Lagun y trasmito los míos directamente a tu mente sin necesidad de usar palabras. De hecho llevaba un rato por aquí y os estaba esperando. Por cierto me llamo Goloso y mi olfato me indica que llevas chocolate en el zurrón. Ya que vamos a ser amigos lo podrías compartir.

Así fue como a partir de aquel momento se hicieron grandes amigos. Marco y Goloso tenían muchas cosas en común pero las principales eran un gran corazón y un ansia insaciable por aprender cosas nuevas.

Por primera vez el niño podía comunicare de forma inmediata sin gestos confusos y sin tener que recurrir a la escritura, y el dragón que tenía cientos de años de vida era una fuente inagotable de historias.

Pasaron las horas y Marco pensó que sus padres se empezarían a preocupar. Era hora de volver a casa. Goloso estiró su cuerpo desplegó sus alas y les invitó a subirse. Ambos pasajeros encontraron fácil acomodo en el inmenso lomo del dragón. Éste dio una serie de rápidas zancadas para obtener impulso, batió con fuerza sus alas y despegó del suelo.
Sobrevolaron el bosque y Marco vio la aldea desde el cielo. Las casas parecían de juguete y las personas eran similares a los soldaditos que le tallaba su padre.
El dragón comenzó a planear y entre los aldeanos el pánico fue inmenso al ver acercarse al animal. Todos huyeron a encerrarse en sus casas. Finalmente aterrizó en las afueras del pueblo y Marco y Lagun descendieron a tierra. La noticia se corrió con velocidad y allí acudieron los padres de Marco y todos los habitantes de la aldea, incluido Aldo el señor local.

El niño comenzó a explicar lo sucedido y vio que todos le entendían a la primera sin tener que gesticular. Se miró las manos y vio que las tenía pegadas al cuerpo. Contempló a Goloso, que le guiñó uno de sus inmensos ojos verdes y le decía, “un gran corazón se merece premio y el chocolate estaba muy bueno. Ahora ya has aprendido a hablar directamente a la mente y al corazón de las personas. Hasta pronto y ya sabes donde encontrarme”.

Pronto se aclaró la situación, Marco se convirtió en el héroe que había convertido a un peligroso dragón en un poderoso aliado y la tranquilidad volvió a reinar en la zona.
Pasados los años, Marco y Goloso se convirtieron en mensajeros. No había nadie más rápido y seguro para llevar cartas y envíos de una punta a otra del continente y en sus viajes vivieron increíbles aventuras.

Pero esa es otra historia.

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