miércoles, 20 de febrero de 2008

5.-Los invasores

"El joven volvía de sus clases de Universidad, como cada tarde solía hacer, por el camino de la carretera norte-345. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Bodhi conducía a buena velocidad para llegar pronto a su casa y poder tumbarse en el sofá. La sesión universitaria de aquél día le había dejado especialmente cansado, casi extenuado, por la gran cantidad de horas lectivas que le tocaba cursar un día como aquél. El hecho ocurrió de improviso, de hecho, el objeto volante apareció surcando el cielo con bastante estruendo, algo que sobresaltó al joven, que detuvo bruscamente el vehículo.

Acto seguido se escuchó el impacto de la nave con la superficie. Bodhi apagó las luces y salió con precaución para explorar el insólito suceso. Pronto quedó totalmente maravillado, en un nivel de asombro equiparable al miedo que sufría. Era un UFO, sin duda, un Objeto Volante No Identificado, efectivamente, no había lugar a dudas. Nuestro protagonista, estudiante de Ingeniería Química, nunca se interesó de forma especial por temas relacionados con la ufología o las ciencias paranormales, al contrario, siempre había tenido un temor potencial a cualquier atisbo de vida procedente de otros planetas. Y ahora se encontraba, frente a un claro ejemplo de que existen formas de vida en otros lugares. Paralizado por la complejidad de la situación, presenció el espectáculo que prosiguió al aterrizaje.

La nave tenía forma como de pirámide, medía unos 50 metros de largo y se iba estrechando desde la parte trasera hasta la delantera, acabando en una especie de punta de color oscuro, mientras que el resto era de color blanco, encontrándose varias inscripciones sobre su superficie, en un lenguaje desconocido para el joven, totalmente extasiado ante tantas cosas nuevas. También se veía una especie de hendidura, de forma circular, la cual serviría para que los tripulantes de aquel OVNI bajaran a tierra.

Sobre dicha puerta había pintada una especie de insignia de tonalidades rojas, blancas y azules, aunque Bodhi no pudo distinguir bien la forma de dicho dibujo, pues el sol había desaparecido ya, y el aterrizaje de la nave había destruido las fuentes artificiales de luz de la carretera. De todas formas, no hubiera tenido mucho tiempo para contemplar dicho icono, ya que la puerta comenzó a abrirse, formando una pequeña pasarela por la que salieron dos componentes de la tripulación.

El joven se puso más nervioso todavía, estaba a punto de tomar contacto con alguna civilización desconocida, y no sabía si vendrían en son de paz, o con fines conquistadores, de todas formas, ya no había tiempo para echarse atrás, y el miedo seguía inmovilizándolo. Entonces se dio cuenta de que esos "invasores" eran la criatura más horrenda que nunca había visto.

La estructura corpórea de aquellos seres contaba con un número totalmente insólito de extremidades, horrendamente largas, y acabadas en una especie de herramientas de cinco ramificaciones. El tamaño de las criaturas era cercano a los dos metros, y protegían sus cabezas con cascos, algo que no permitió al joven contemplar la faz de esa raza, una raza que quizá sometería a todo su pueblo, a toda su gente, a todo el mundo, para siempre.

El primer tripulante en salir maniobró un utensilio provisto de pantalla y teclado, y, tras asentir con la cabeza a su compañero, se despojó de aquel casco, con lo que dejó su rostro al descubierto. Bodhi no pudo reprimir un grito de aversión, ni en sus peores pesadillas había imaginado un monstruo de tal nivel de fealdad.

El joven observaba los órganos oculares del invasor, apenas pudo percibir un brillo oscuro sobre fondo blanco, a la vez que notó como abrían sus bocas para exclamar una entusiasmada frase en su idioma, algo perfectamente ininteligible para Bodhi. El muchacho distinguió una buena cantidad de partículas blanquecinas en dichas bocas. Y para completar la aterradora imagen, percibió sobre sus cabezas una especie de vello, de color oscuro. Pero en ese mismo instante, los seres señalaron hacia el joven, murmurando palabras que denotaban enfado, Bodhi pensó, que seguramente irían a por él, sí, él sería la primera víctima, seguramente guardaban poderes extraordinarios, o incluso seguramente les serviría de experimentación, pasando por terribles sufrimientos.

Pero no tenía demasiado tiempo para pensar. Se dirigían hacia él. Inexorablemente, el paso cadencioso de los invasores marcaba su cruel destino. Cuando estaban a pocos metros de él…

Faruk cerró el libro. Era muy tarde y el sueño le estaba invadiendo poco a poco, así que decidió dejar la lectura por esa noche, para continuarla mañana. La novela le estaba gustando cada vez más, y se sentía muy identificado con el protagonista, aunque él pensaba que en lugar de hacer como el tal Bodhi, hubiera reaccionado, pegándole una patada a los malditos invasores, o huyendo despavorido, utilizando sus cuatro ágiles piernas.

- "Faruk, hijo, ¿aún andas despierto?" - inquirió una voz desde el pasillo de la casa.

- "Sí, mamá, pero enseguida me duermo. Buenas noches, acuéstate tranquila" - respondió desde su cama Faruk.

Pero antes de que su madre se marchara, Faruk pensó unos instantes y preguntó:

- "Mamá, ¿tú crees que exista vida en otros planetas?"

La madre frunció el ceño, y, tras pensarse la respuesta, contestó:

- "Pues sí, cariño, creo que ahí afuera, en el exterior, lejos de nuestro planeta Vekka, deben haber muchos otros, con sus propios seres, sus costumbres, sus formas de vida… y bueno, ya sabes lo que cuentan todas esas revistas, esos indicios de naves procedentes de mundos extraños, aquellos cuerpos que encontraron hace años, tan distintos a los nuestros, y en el que, precisamente…" - la madre entró en la habitación y tomó el libro que Faruk leía - "…se ha basado el autor de este libro. ¿Ves? La ilustración de la portada simboliza a uno de estos seres. Dos piernas, dos brazos, ojos pequeños, mucho más grandes que nosotros… y feos, muy feos… ¿Sabes? Creo que deberías de dejar de leer estos libros…"

- "Buenas noches, mamá…" - Faruk apagó la luz y se acurrucó en su manta, estremecido por la evocación de los seres.

- "Descansa, hijo" - Dijo la madre, mientras que dejaba en la mesa aquél ejemplar de la decimosexta edición del libro "Los invasores que vinieron de Tierra".

No hay comentarios: