sábado, 22 de marzo de 2008

1.-Blanco

En aquel oscuro corredor no había nada, no se sentía nada ni procedía de sus rincones ningún olor. Sin embargo, sentía que tenía que seguir hacia delante. Y deprisa. Por qué o cómo había llegado hasta allí, no lo sabía. ¿Acaso se trataba de un sueño y en cualquier momento despertaría? ¿Había sufrido algún penoso accidente, que había desembocado en un coma? Tal vez, el mundo se había visto abocado a su fin, y este era el lugar al que destinaban a todos los supervivientes para su recuperación. Así pues, tal vez, era mejor no continuar avanzando.

La estructura no dejaba mucho lugar para la imaginación. Trató de encontrar algún resquicio, alguna juntura, cavidad o hendidura, que le pudiera dar alguna pista de dónde estaba. Palpó el suelo y las paredes hasta donde pudo alcanzar y la perplejidad se adueñó de su consciencia. Nada. Tan solo un espacio delante y otro detrás.
Dar media vuelta no aportaba nada nuevo a la resolución de ese enigma, de manera que decidió continuar.
Al cabo de un rato que pareció interminable, se paró a recuperar el aliento; se sentó en el suelo y se abrazó las piernas. No podía entender qué estaba haciendo ahí. Trató de forzar a su mente a obtener el último recuerdo previo a su estancia en este corredor sin sentido. Pero no conseguía ninguna imagen, ni sensación física, ni fragmento de conversación que pudiera arrojar algo de luz.
¿Y su nombre? ¿Cuál era? Sin duda, debería ser capaz de recordar algo de su pasado, de sus momentos más preciados, de cómo había empezado a respirar y dónde… ¿Por qué parecía no haber nada anterior a ese momento?
Sintió frío, vacío. El horror de la identidad perdida. Se tumbó sobre un costado y trato de distinguir algo en la oscuridad. Extendió los brazos, se tocó las manos y trazó su perímetro con un dedo. Era extraño, no asociaba aquellos fragmentos de información a nada concreto. Y el lugar, tan inocuo, no parecía guardar ninguna relación con su propia existencia. Apenas ofrecía interacción y no estimulaba en modo alguno sus sentidos. Acercó su oído a la fina superficie metálica del suelo y permaneció un rato en esa posición, concentrado en el calor que irradiaba su cuerpo en contraste con la frialdad de su entorno.

En un momento, la quietud se vio quebrada por un sonido aterrador, intenso, agudo, desconocido. Abriendo los ojos de manera desmesurada, dio un salto nervioso y echó a correr hacia delante. En su loco avance, se percató de un cambio: la ausencia total de luz había empezado a dar paso a una claridad uniforme y discreta. Al principio fue tan leve que pensó que sus ojos estaban adquiriendo una habilidad especial para distinguir las formas, pero no, era algo ajeno a su existencia, que no procedía de él. Con la llegada de la luz, cambiaron las formas a su alrededor. El techo de la estructura se estiró hacia lo alto, hasta no poderse distinguir el final. Las paredes adquirieron textura líquida, maleable y el suelo perdió su uniformidad. A punto estuvo de caer de bruces al toparse con los primeros escalones. Primero descendían, luego, sin previo aviso ascendían, sin lógica alguna. Al tiempo, sus piernas empezaron a fallarle, punzadas de dolor recorrían sus pulmones y empezó a boquear desesperado para introducir algo más de aire en su garganta seca. Se sentía exhausto, desconcentrado, mientras aquel horrible sonido aumentaba de intensidad. No podía pensar en nada coherente y mucho menos ver lo que tenía delante.

Por eso, no lo vio llegar. Un despliegue jamás visto de formas sin nombre ni recuerdos, corriendo en tropel hacia donde él estaba, profiriendo sonidos de angustia en una cacofonía infernal. Seres que no olían, que no sentían, que no sabían adónde ir. Que avanzaban como él, porque eso era lo que se suponía que debían hacer, lo único que daba sentido a su existencia. Seguir adelante, porque lo que dejaban atrás había demostrado ser algo vano, sin resultados. Continuar, solamente movidos por la esperanza de saber, descubrir, desvelar la incógnita, su incógnita. Y mientras el dolor del impacto inundaba todas las fibras de su cuerpo, le quedó un último residuo de pensamiento: “Esto era… la vida”

FIN

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