domingo, 3 de febrero de 2008

14.-Maldigo mi alma

El sol se filtra a través de las cortinas. Pero aún no quiero despertar, no, no todavía. Déjame permanecer un poco más en mi mundo, mi pequeño paraíso donde aún es posible la felicidad. Pero el tiempo ni oye ni escucha, titán insensible para quienes no representamos más que la sombra de una motita de polvo. El molesto pitido del despertador electrónico me recuerda que de nuevo comienza la cuenta atrás de mi autodestrucción ¿Fuiste tú quien lo encendió? Nunca llegué a saber cómo se programaba este cacharro ¿Eres tú quien vigila cada noche para, al amanecer, recordarme con el “bip-bip” que aún sigues aquí? Quiero creer que es así.
Desconecto la alarma y me levanto con lentitud, no hay ninguna prisa. ¿No parece que huele a café recién hecho? ¿No se escucha, a lo lejos, el rumor del agua al caer sobre el suelo de la ducha? ¿O será sólo que te echo de menos? El alcohol me hace estar inseguro de todo... además, a mí no me gusta el café.
Como cada mañana, fui a sentarme en mi balcón... hasta hace muy poco nuestro balcón. La marea está alta y el agua se extiende hasta que se une con el cielo cada vez más azul en la línea del horizonte ¡Ah, el mar! Pienso en ti cada mañana y cada tarde, cuando vuelvo a refugiarme en este mi santuario, al caer la noche. Ahora te presentas calmado y sereno, invitándome a saltar desde mi butaca hasta tu seno, nadar hasta donde me lleven tus corrientes para engullirme después. Pero otras veces eres un monstruo imbatible que destruye puertos, hogares, nada es capaz de aplacar tu hambre cuando la ira sube y bulle a través de tu oleaje. Pues ¿No eras así también tú? La dulzura de tus ojos negros me hacía querer morir en mil abismos para poder, definitivamente, ahogarme en las profundidades de tu boca. Pero eras salvaje, y bien sabe el Hombre que no se puede domesticar a la mar ¿Tal fue entonces mi ambición? Estaba ciego ¿Y a dónde va el marinero cuando el agua desaparece? ¿Puede llegar a secarse por completo un océano? El marinero puede partir en busca de nuevos puertos, pero yo debo crear el mío propio dentro de una botella, porque sé que el mar siempre estará seco para mí. Oigo las olas (sonido celestial que adorabas) romper contra las rocas, pero sé que sólo son el recuerdo de algo que ya fue, y que nunca volverá ¿Son mis lágrimas lo que me nubla la vista? Lo son, pero también son las tuyas. Llorabas cuando lloraba, reías cuando reía ¿Por qué sólo te abracé aquella vez? Sólo una vez entre tantas ocasiones en que pude y no quise... ocasiones que pudiesen haber sido más auténticas... y ahora no pienso en otra cosa que no sea en tenerte entre mis brazos.
Nunca podré perdonar a esta mano traidora. El cielo estaba azul, el viento era fuerte, el mar rompía furioso, premonitorio, al pie del desfiladero; y tu mejilla, enrojecida con una fuerte marca, tenía cierta trágica belleza. Pero el mar no se puede domesticar, ahora lo sé, y te fuiste. Lo hiciste para siempre. Maldigo mis pies por haber corrido, odio mi boca por haber gritado. Odio mis brazos por atraparte y atraerte en un abrazo que rezumaba más posesión y odio que dulzura y amor. Me empujaste con fuerza, pero yo no te detuve. Maldeciré a las rocas por no sostenerte. Detestaré a esta mano traidora por no haberte agarrado.
Nunca olvidaré cuando caíste por el precipicio hacia el rugiente mar: fuiste absorbida por el sonido que tanto amabas: el rugir de las olas contra las rocas.
Ahora me levanto para vestirme. Hoy también el día es azul y ventoso. También hoy llevaré una rosa a tu tumba, acantilado abajo. Así, rosa a rosa, hasta que el mar se ahogue dentro del mismo rojo de tu sangre y poder de este modo enterrar mi recuerdo y mi dolor.

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