domingo, 3 de febrero de 2008

10.-Te olvidarás del sexo loco, las drogas duras y, ¿te comerás tu cerebro?

2 octubre…

Y allí estaba Fulgencio…en el mismísimo Infierno. Con la cabeza abierta debido a la paliza recibida por los mafiosos y al paraguazo final de Julia. No era como él lo había imaginado, era mucho peor. Hacía un calor insoportable en aquel antro, parecido a un aparcamiento de una macro discoteca situada en medio de un volcán. Enfilados, varios coches tuneados de mil colores radiaban la misma horripilante canción de Camela. Canis, Jennys y gitanos varios bailaban y cantaban alegres tonadillas con camisetas de Camarón, Paco de Lucía, Pepe Arcamboy, el maestro Platerito y José Antonio Reyes.

Se palpó la cabeza y pudo ver como unos rizos engominados poblaban lo que antes era un feo boquete. En sus orejas dos aretes de oro habían surgido como de la nada, y en su cuello había pasado lo mismo pero con un águila de oro gigante. Miró la camiseta de los “Siniestro Total” que llevaba y ya no estaba, en su lugar portaba una camiseta negra de tirantes con un pequeño escudo de la Virgen del Rocío. La cosa estaba jodida y más aún cuando se le acercó Satanás Montoya, un gitanaco de dos metros de largo por uno de ancho, y le comenzó a hablar:

- Bienvenido al Infierno Fulgencio, tu hogar para toda la eternidad. Apóyate en cualquier coche y píllate un calimocho. Están calentorros porque aquí está jodido el tema del hielo. – Muahhahahahhahaha reía creyéndose muy gracioso.

Lo que no sabía el hermano mayor de Paquirrín, es que con tan solo decir calimocho a Fulgen se le abrieron los ojos de par en par. Con lo que su respuesta fue más que obvia:

- Ok, ¿y aquí dónde están las putas?

5 de octubre…

Reunión urgente en la cúpula administrativa del Infierno.

- Caballeros, hay que hacer algo. El individuo llamado Fulgencio, que aterrizó aquí hace tres días, muestra un comportamiento perturbado y totalmente inapropiado para este lugar. El primer día afrontó la situación de manera correcta, bebiéndose unos tintos y escuchando con paciencia Radio Ole. Lo malo vino después tal y como ustedes saben.

En la sala se empezaron a escuchar murmullos y palabras de desaprobación. Hasta que uno de los demonios hizo callar al resto para que el cabecilla, o vete a saber que era, siguiera con su verborrea.

- Al día siguiente el aludido comenzó a sentir el “mono”. Si, sé que es la primera vez que un humano muerto sigue con su adicción a las drogas, pero es así. Eso unido a la ley suprema de castramiento de cualquier individuo, le hizo volverse loco. En la tarde del segundo día comenzó a quemar nuestros coches tuneados (sniff) con nuestras novias dentro. En la mañana del tercer día decidió ejercer el borroca y se lió a botellazos con las escasas y alcoholizadas fuerzas de seguridad infernales; amén de conseguir, no sabemos como, una cinta de La Polla Records y ponerla en la radio. Esto provocó la turbación entre nuestros miembros al escuchar las escandalosas coplas por los altavoces Sony 18000.1.
Todo esto puede pasar. Lo que no se puede consentir es lo sucedido ayer por la tarde. Desnudo, borracho y empalmado cogió a nuestros tres grandes gurús: Lola Flores, Camarón y el del medio de los Chichos, los subió a un Seat Panda morado y los lanzó al abismo de Helm a 150 kilómetros por hora, con “La raja de tu falda” puesta a toda hostia.
Así que señores, ustedes verán que solución le damos a esto…

Comenzaron de nuevo los murmullos y, entre ellos, una voz surgió de pronto:

- ¿Por qué no lo mandamos al cielo? – preguntó un andoba entusiasmado.
- Ya lo intentamos ayer. Pero solo con mencionar que lo íbamos a mandar allí, San Peter cogió la nube Kindom y se fue a Tanzania.
- ¿Qué podemos hacer entonces?, ¿es esto el fin del Infierno? – preguntaban varios llorones.
- Tenemos una solución. Algo que nunca antes se había, siquiera, pensado. Queremos devolverlo a la Tierra.
- ¡Oh! ¡Qué locura! ¡Eso no puede ser! ¡En que estado volverá a la vida! ¡Mandadlo ya, que se está meando en las cubetas gigantes del calimocho!
- Es la única solución, llamadlo al orden.

Momentos después Fulgencio se encontraba custodiado por Cancerbero, escuchando las palabras del gigantón Satanás. “Escuchando” por decir algo, porque más bien estaba mirando con ojos lascivos al perro satánico y pensando que en peores plazas había toreado. Una vez acabo el discurso del lolailo, Fulgen volvió, como por arte de magia, a la vida.

Y allí estaba de nuevo. Tirado en el suelo debido al paraguazo de Julia. Le dolió mucho ver como, tras cuatro días muerto, nadie se había molestado en sacar su cuerpo de aquel callejón. Seguía descomponiéndose y siendo devorado por las ratas. Se sintió jodidamente mal durante un rato hasta que volvió el “mono”. Se levantó a duras penas y pensó en ir a ver a Jacinto: un camello de tres al cuarto. Su aspecto no era el más adecuado (ropa raída, un agujero en la cabeza y la piel mordisqueada) pero sabía que en algunas ocasiones, tras varios días de fiesta, había olido peor.
Salió a la calle principal y vio a una viejecita solitaria. Siendo como era un zombie, pensó que debería comerle el cerebro y después robarle el bolso. Se acercó a ella por la espalda con los brazos extendidos y gruñendo, cual extra de las pelís de Romero, y empezó a tocarla. La anciana se dio la vuelta y, tras el impacto inicial, le propinó un bolsazo en el brazo izquierdo. Cuál fue la sorpresa de ambos cuando la susodicha extremidad se desprendió del cuerpo el muchacho.

- ¡Encima de yonki, leproso! – gritaba la pelleja correosa mientras se largaba.

Fulgencio se agachó, cogió su brazo caído y lo beso entre sollozos. Era el brazo en el que se pinchaba la heroína. Al tercer beso comprobó que el hedor no era demasiado putrefacto y probó a darle un bocadito. Al cabo de quince minutos solo quedaba el hueso.

Sin brazo pero con el estómago lleno, Fulgen se olvidó de los cerebros y volvió a pensar en Jacinto y sus drogas. Amparado por la noche se dirigió tambaleante al pisito del joven. Éste era un treintañero gordo, friki y pajillero (dato autobiográfico del autor) estudiante de informática, que no había aprobado una asignatura en su vida. Solo seguía en la facultad porque era el que suministraba la droga a la hija del rector, con lo que tenía a éste cogido por los huevos.

Cuando el friki vio aparecer al zombie le propinó un buen uppercut que por poco le arranca la cabeza. Aún se acordaba de la deuda pendiente por el último encarguito. No obstante, el hedor del zombie y verlo sin un brazo enterneció su corazón.
- Eres un animal, Fulgencio. Mira que arrancarte el brazo a pinchazos. –dijo el gordo.
- Gñeñeñeñeñe –recuerden amigos que la comunicación no es la mejor virtud de un no-muerto.
- Coño, encima no puedes hablar. Tienes la lengua amoratada y los ojos en blanco. Creo que es epilepsia. Si quieres tengo unas pastillas…
- Drrroorooooggggaaaaaaa.
- ¿Quieres unos gramitos en ese estado? Tú estás loco. Además ¿cómo piensas pagarme? Te recuerdo que me debes lo de la vez anterior, mamonazo.

A Fulgencio no se le ocurrió mejor idea que ofrecerle el hueso del brazo que le había servido de cena.
- Ok, te doy un gramito, porque me caes bien y porque Bobby no ha cenado aún.

Contento salió del piso de Jacinto sin darse cuenta de lo difícil que es para un zombie meterse un chute y más aún para un zombie manco. Tras hacer como que pensaba decidió ir a casa de Julia para que le ayudase a desfasar un poquito.

Llego al apartamento de la muchacha bien entrada la noche y llamó a la puerta. Los ojos de ella se abrieron de par en par al ver a aquel despojo que supuestamente se había cargado. Cuando iba a cerrar la puerta en las narices del tipo, éste estuvo rápido y le mostró la bolsita con los “polvitos mágicos”. Julia dudo un microsegundo y acepto la propuesta agarrándolo del cuello y tirándolo dentro del apartamento. Sin más preguntas ni más nada preparo los cacharros para pasar una buena noche. No le interesaba saber como había vuelto a la vida su ex novio ni dónde estaba el brazo perdido. Se metió su dosis y en un alarde de humanidad suministro a Fulgencio la suya. Al poco rato el hedor a putrefacción del ser empezó a resultarle atractivo a la zorrita por lo que retozaron en el catre toda la noche.

Y claro, paso lo que tenía que pasar. Entre tanto desfase y necroporno ella se olvido de que estaba saliendo con un rumano musculoso que conoció en la paliza de muerte a Fulgencio y que éste volvía de su trabajo como portero matón al alba. Cuando el hombre se los encontró a los dos en la cama el espectáculo era dantesco. Su Julia estaba tumbada desnuda boca arriba en estado de éxtasis mientras que un desconocido de tez negruna y grandes sarpullidos y hematomas le mordisqueaba el muslo izquierdo. Aquella visión le trastorno de tal forma que saco su pipa y se lió a tiros con los dos amantes…

10 de octubre…

Cuando el séquito celestial entró por los portales del averno nunca pudo imaginar lo que se encontraría allí. Un escenario de hecatombe, soledad y cenizas se abrió ante toda la cohorte e hizo que los ángeles custodios se preguntaran el porqué de tanta maldad. La cabalgata se introdujo por los caminos sinuosos sin apreciar un solo atisbo de vida ni de muerte. Esto entristeció mucho a todos, pero lo que verdaderamente hizo llorar al Niño Jesús fue la imagen que se veía en el Monte del Olvido, verdadera cumbre de todo el Infierno. Un Satanás ahorcado pataleaba como una nena mientras una pareja de locos bailaba danzas prohibidas a su alrededor mientras le pinchaban sus demoníacas partes con un tenedor.

En ese momento fue cuando Dios hizo acto de presencia y dicto unas sabias palabras:

- Hijos míos, si no queréis caldo tomad dos tazas.
- Amén.

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