sábado, 22 de marzo de 2008

5.-Mis cartas

Los nombres de lugares y personas del siguiente texto han sido modificados u omitidos para preservar su anonimato.

[...] Según lo convenido, adjunto a esta misiva le remito las cartas que constituyen los últimos comunicados del padre Andrés Hurtado antes de su desaparición. Le ruego encarecidamente que dichas misivas solo sean mostradas a la familia más próxima del padre Hurtado. Perdone si resulto reiterativo y hasta cargante en ese punto, pero el padre Andrés fue una de las personas más bondadosas y extraordinarias que tuve el placer de conocer, y su memoria no merece ser manchada por los desvaríos que escribió durante su misión en África, sin duda provocados por las fiebres. Estoy seguro de que, como representante legal de la familia Hurtado, sabrá hacerse cargo de la situación.
Atentamente
Enrique Costas García
Vicario de la ciudad de [xxx]
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1 de Marzo de 1973

La paz sea contigo, hermano. Imagino tu sorpresa al recibir esta carta. Seguro que a estas alturas ya creías que me había devorado un león o algo así. Pues no vas a tener esa suerte. Acabo de llegar al poblado y lo primero que he hecho ha sido redactar esta carta. Intentaré mantener una comunicación más o menos constante contigo, ya que he trabado amistad con el brujo de los nativos (que ejerce a la vez de médico y guía espiritual de la tribu) y asegura que está en buenas relaciones con el líder de la guerrilla local, y me ha prometido hacer todo lo posible para que las cartas lleguen a la capital y, desde allí, se envíen por correo aéreo hasta España. Por desgracia, será una comunicación unilateral: cualquier carta que me envíes no recibirá el mismo tratamiento de deferencia, porque los correos no viajan a la jungla.
Las condiciones de vida aquí son un infierno: el calor, la humedad, el hambre, las enfermedades... Y las diferentes facciones de tribus, guerrillas, terroristas, etc. batallando por tonterías, diferencias religiosas, trozos de terreno, ganar los favores del gobierno... Por supuesto, los que sufren las consecuencias son los indígenas. A mi llegada vine acompañado por dos camiones de ayuda humanitaria, que los soldados interceptaron, requisando la mayor parte del cargamento. Nada pude hacer para evitar esta injusticia, salvo rezar y consolar a los desdichados.
El recibimiento, aun así, ha sido muy caluroso, la gente aquí es maravillosa: a pesar de sus padecimientos, no han dudado en organizar un banquete de bienvenida en mi honor. Reconozco que he llorado al ver como reunían sus exiguas provisiones con el fin de cedérmelas. Ha sido realmente conmovedor.
Me es fácil comunicarme con ellos: debido a la multitud de colonizaciones e invasiones que han sufrido, la mayoría son capaces de hablar un francés comprensible y hasta chapurrean un poco de inglés. He observado que son paganos, adoran a unos dioses que representan con máscaras que colocan sobre la puerta de sus casas y estatuas que se clavan en el suelo. He de decir que me he llevado una gran sorpresa al comprobar sus reacciones cuando les he hecho participes de mi fe. Esperaba rechazo, frialdad, curiosidad, indiferencia... Pero en su lugar, han sonreído y me han dirigido una expresión como de... condescendencia, casi piedad. Muy extraño. En fin, será mejor que racione el papel y la tinta si quiero seguir comunicándome contigo. No sé cual va a ser la frecuencia de mis misivas.
Cuídate, y saluda a mamá y a mi hermano Félix de mi parte.
Un abrazo
Andrés Hurtado Arjona
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15 de Marzo

Hola de nuevo, Enrique, te vuelvo a escribir, aun a sabiendas de que en estos momentos ni siquiera has recibido mi primer mensaje. Pero es que estas cartas son una buena forma de registrar mis vivencias en estas tierras, y me producen gran consuelo y relajación, así que espero me perdones si convierto esta correspondencia en un desahogo de mis inquietudes.
Ha llovido mucho durante la última semana y más de la mitad de los niños se han acatarrado. En Europa esto sería anecdótico, pero aquí, sin antibióticos, el peligro es grave. Más de un tercio de los enfermos morirán. Sin embargo, es increíble la entereza con la que los habitantes no se resisten a la desesperación y siguen adelante, un verdadero ejemplo a imitar.
Mis intentos por extender la fe de Cristo han sido, hasta el momento, infructuosos. Mis charlas no causan rechazo, pero apenas reciben del oyente un asentimiento cortés, tras el cual, continuar con sus tareas. No me desanimaré, sin embargo.
Durante mi primera noche ocurrió un hecho bastante singular que no mencioné en la última carta. Los nativos viven en cabañas bastante precarias construidas con paredes de madera y techos de hojas de palmera. A mi llegada, me ofrecieron que ocupara la más grande, aquella que destinan a las fiestas y ceremonias tribales. No me pareció bien ocupar una residencia destacada por encima de la tribu, no quería que se me diera un tratamiento especial. Así que miré a mi alrededor y caí en la cuenta de que en el centro mismo del poblado se erigía una choza obviamente deshabitada, más pequeña y miserable que todas las demás, con las paredes desquebrajándose y con boquetes en el techo de palmera, apenas tres metros cuadrados habitables. Tampoco tenía ninguna máscara ritual sobre la puerta, como las demás.

Inmediatamente me ofrecí a vivir en la choza destartalada. Mi propuesta fue acogida con el más sepulcral de los silencios. Todos los nativos callaron y me contemplaron fría y duramente. Finalmente, el brujo me comunicó que aquella cabaña es el hogar de Dios, y nadie podía profanarla. Dado que no pretendía provocar un enfrentamiento, decidí ocupar la choza que me ofrecieron en un primer momento.

Que la paz sea contigo.

PD: Diles a mamá y a Félix que me va muy bien y que les quiero.
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2 de Abril

Hola, Enrique. Imagino que, mientras escribo, habrás recibido al menos la primera de mis misivas. El ambiente en el pueblo ya no es tan amigable como antes. Pocos días después de mi última carta, una terrible tormenta se desató sobre la zona, provocando el derrumbe de varias de numerosas chozas.
Las enfermedades se están cebando con los hombres adultos de la aldea, así que tardarán bastante en volver a levantar las casas. Mientras, no podía soportar la visión de aquellas personas durmiendo sobre la tierra húmeda y temblando de frío mientras en la cabaña que yo ocupaba podrían acomodarse fácilmente varias familias completas. Así que a la mañana siguiente cogí mis cosas y me instalé en la "casa del Dios". No he hecho caso a los reproches y protestas de los nativos. Además, quizás cuando comprueben que no soy fulminado por su divinidad, presten oídos a la fe verdadera.

La cabaña ciertamente es ruinosa, deja pasar corrientes de aire y por las grietas de las paredes se puede ver el exterior. Sin embargo, me da la rara impresión de que es más grande de lo que se aprecia desde fuera.

Que la paz sea contigo.

PD: Besos a mamá y a Félix.

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23 de Abril

Hola Enrique. Te escribo con pocas fuerzas, pero necesito plasmar por escrito mis pensamientos. Hace unas semanas que padezco de unas fiebres intermitentes y no me encuentro muy bien. El brujo del pueblo prepara infusiones que me dan cierto alivio momentáneo, pero la enfermedad perdura.

Por si fuera poco, empiezo a sufrir pesadillas constantes, que siempre se repiten. En ellas me encuentro en mi choza, que de repente es enorme, del tamaño de una iglesia. Siempre es medianoche en mis sueños, la luz de la luna se filtra por las grietas de las paredes. Y yo sé que hay algo terrible fuera, algo que me vigila. Lo siento por todas partes, siento sus ojos clavados en mi nuca, siento una presencia sobre la choza, como una hiena que babea sobre su presa antes de devorarla. Entonces, la puerta de la choza salta por los aires... Y despierto gritando, empapado en sudor y temblando. Lo peor de todo, es que la sensación de ser vigilado continúa. Y me doy cuenta de que no se oye ni uno solo de los ruidos propios de la jungla en el exterior. Y a pesar de que cuando me acosté el cielo estaba despejado, ningún rayo lunar se filtra por las grietas, como si las nubes --u otra cosa-- los taparan. Cierro los ojos y paso el resto de la noche en vela, rezando. Y te confieso que mis oraciones me parecen vacías como nunca me lo han parecido.

Echo de menos a mi familia.

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Creo que Mayo


Estoy perdiendo el juicio. La fiebre persiste. La luna no sale. Le pregunté al brujo por las máscaras en las puertas y las estatuas clavadas en el suelo. Todas representan al Dios. Las miré más atentamente: son cabezas. Representan cabezas. Una cabeza encima de otra cabezaencimadeotracabezacabezacabeza

Me cuesta escribir. Me duelen los huesos. Se me agotan las velas y la noche no acaba. Las noches cada vez son más largas, ya no distingo el sueño de la vigilia. No distingo la realidad de las pesadillas. Hay cosas que se mueven fuera de la choza. Cosas que rozan las hojas de palmera del techo. No me atrevo a salir de la cabaña. La luna no aparece, no hay nubes en el cielo, pero la luna no aparece ¿Por qué no hay luz? diosdiosdios ¿QUÉ ESTÁ TAPANDO LA LUNA? diosdiosmioporfavorporfavorporfavor

PD: Hoy he visto a mamá. Se asomaba por el techo de la tienda, entre las hojas de palmera.

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Nunca


No puedo levantarme, no quiero levantar la vista de este papel. Me miran, me vigilan, sonríen, deslizan sus lenguas sobre sus sangrientos dientes, lo sé, lo sé. Están tras las paredes, sobre la cabaña, bajo ella son la cabaña son el mundo son diosdiosdiosdiosdientesdiosdios si levanto la vista los veré no quiero verlos no quiero no puedo dejar de escribir.

Mis cartas, mis cartas, Enrique ¿Recibiste mis cartas? ¿Las recibiste? ¿Por qué no has venido a buscarme? Me has dejado solo, todos me habéis dejado, Jesús no está aquí, solo está Él, delante de la lunalunasangrelunalunaluna

Baja a por mí. No debí entrar en la cabaña es suya viene a recuperarla le ofendí le insulté la vela se apaga nonononononono porfavorporfavor rezad por mí

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[...] El suceso acaeció hace ya muchos años y mi memoria ya no es lo que era, pero trataré en la medida de lo posible responder a sus cuestiones. Efectivamente, no existen más documentos escritos por el padre Hurtado. En otoño del 73 una ONG con la que me había puesto en contacto hizo una parada en la aldea para buscar a Andrés. Los nativos declararon que el sacerdote había contraído unas fiebres muy graves durante su estancia, a causa de las cuales padeció sufrimiento y alucinaciones durante muchos días. Una noche, a pesar de los cuidados de la tribu, y animado por las visiones de la enfermedad, se internó en la jungla y no volvió saberse de él, a pesar de que fue buscado con esmero.

El brujo tribal entregó a los miembros de la ONG un paquete. Contenía las cartas del padre Hurtado, las mismas que usted ha tenido en sus propias manos. El brujo no quiso dar explicación de por qué se habían guardado las cartas a espaldas de Andrés.

Después de leerlas, los misioneros de la ONG quisieron ver la cabaña que había descrito el padre Hurtado, pero los nativos declararon que no existía tal cabaña. En el centro mismo de la aldea, allí donde el padre la ubica en sus cartas, los misioneros solo encontraron un agujero circular que se hundía en la tierra, de unos tres metros de diámetro, cuyo fondo era imposible discernir, y del que emanaba un hedor nauseabundo que les obligo a alejarse. Ese mismo día volvieron a Europa. Ninguno de ellos ha querido volver a África desde entonces.

Atentamente

Enrique Costas García
Vicario de la ciudad de [xxx]

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