sábado, 2 de febrero de 2008

9.-Un prisma desolador

El rayo de sol se desplaza lentamente por la pared de la habitación. Baja por la estantería y se asoma a la almohada. En ese momento abro un ojo y observo las formas que se crean en mi retina cuando el sol me deslumbra. Como siempre, me muevo hacia un lado para esquivarlo y después de unos segundos vuelvo a colocar el mismo ojo en la posición anterior, buscando el rayo de luz. Cuando lo encuentro, y vuelvo a maravillarme con la manera en que la luz se dispersa en líneas coloreadas, me levanto. Otro día más.

Me dirijo al aseo, me lavo la cara y me miro en el espejo. En la esquina superior derecha está la foto de mi hijo cuando tenía siete años, unas semanas antes de que muriese en un mal giro del destino. De esto hace ya más de treinta años. Miro la foto con tristeza y sonrío. Recuerdo, como todas las mañanas, que mi esposa siempre tenía miedo por mi profesión. Soy policía retirado. Se suponía que los accidentes me ocurrirían a mí, por eso, cuando la víctima fue mi hijo, no supe encajarlo. No me lo esperaba.

Durante mi baja por depresión necesitaba ocupar mis pensamientos con algo que no fuera la pérdida de mi hijo y la tristeza de mi esposa. Pasé largos meses en una casa en la playa que me dejó un compañero y solía acercarme a la comisaría del pueblo para hablar con los policías. Allí empecé a colaborar con la policía local en mis ratos libres. Esos meses en los que mi cabeza no funcionaba con coherencia, la ayuda en las investigaciones de pequeños robos y atracos de poca importancia me mantuvieron cuerdo. Más tarde mi mujer me dejó y volví al trabajo.

Después de tantos años, me había jubilado y había vuelto a aquel pueblo costero para visitar a mis antiguas amistades. Justo ayer, un viejo amigo, también jubilado, me pasó el informe de un caso cerrado de asesinato y suicidio, algo muy poco común en un pueblo tan pequeño. Así que he decidido repasarlo, para mantener la cabeza ocupada. Al fin y al cabo soy un hombre de costumbres.

Salgo del aseo, paso por el salón y recojo la carpeta donde se guarda toda la información del caso. Me dirijo a la cocina, al otro lado de la barra americana, y mientras me preparo un café repaso las hojas para refrescarme la memoria. Un ciudadano alemán y su familia fueron encontrados semanas atrás en su apartamento de la playa. Los tres estaban muertos y todo indicaba que el hombre, después de matar a su hijo y a su esposa, se suicidó. Repaso el historial del ciudadano alemán. Hombre culto y con estudios que después de haber sido cargo directivo de una importante empresa de seguridad había pedido la jubilación anticipada para pasar más tiempo con su familia. Situación económica bastante desahogada...

La alarma de la cafetera suena, dejo caer la carpeta sobre la mesa del salón y camino otra vez hasta la cocina para tomarme el café. No puedo evitar pensar que este caso no es algo común. Normalmente, estos asesinatos se producen en familias con problemas económicos y, después de alguna pelea, la mujer amenaza con irse y llevarse al hijo. El marido pierde los papeles y comete el asesinato de manera violenta y fortuita. En este caso, la frialdad con la que el alemán se ha deshecho de la vida de su mujer y su hijo es sobrecogedora. Mata a su hijo envenenándolo, luego a su mujer, y horas más tarde, sobre el mediodía, se toma el mismo veneno y muere.

Después de repasar mentalmente la historia vuelvo sobre mis pasos y agarro de nuevo la carpeta. Los papeles se deslizan y se esparcen por el suelo. Los recojo del suelo con parsimonia y debajo de un arcón encuentro dos fotos, ambas tomadas con cámara digital e impresas posteriormente.

Una de ellas está tomada en lo que parece un puerto. En ella se ve el filo del muelle y el agua. Mirándola, consigo situarla en el puerto deportivo de este mismo pueblo. Es una foto bastante extraña. Está tomada desde el borde del muelle y apunta hacia las aguas verdes del puerto, directamente hacia donde el sol refleja sus rayos. Por la situación, se diría que está tomada a media mañana.

La otra no es muy concluyente, pero es igualmente extraña. Es una pequeña vela, sobre una mesa blanca de mármol, con una diminuta llama. Una de esas velas pequeñas y redondas, de base metálica sobre un recipiente de vidrio azulado, que cuando se encienden funden casi toda la cera haciendo que la llama se comprima y apenas ilumine.



Decido centrarme en la primera, apuro la taza de café y la dejo en el fregadero. Mientras me visto intento recordar en qué parte del puerto el muelle es de cemento y hay espacio suficiente para tomar una foto sin que las sombras de los barcos interfieran. Enciendo el portátil y echo una ojeada al Google Earth. Es la parte del paseo, junto a los espigones. Repaso mi correo electrónico. Tengo uno de mi viejo amigo con algunas explicaciones sobre datos que no pudo incluir en el informe y algunos archivos adjuntos. Entre ellos puedo encontrar el nombre y el registro del barco del alemán, una captura del Google Earth con una marca sobre el apartamento donde vivía la familia; parece que tras tantos años colaborando hemos acabado usando los mismos métodos, pero a mí siempre me cansó el trabajo de oficina. También hay una nota sobre como obtener la fecha, el formato, la cámara digital, y otros datos de las fotografías digitales.




Salgo a la calle y encaro el paseo. Giro a la derecha para caminar hasta el puerto y llego a la parte donde hicieron la primera fotografía. Busco alguna referencia en el informe y leo que la foto estaba en el apartamento, recién imprimida. Busco la orientación de los rayos del sol. Por la inclinación se diría que fue tomada a media mañana. Más tarde podría corroborarlo. Me doy la vuelta, hacia la luz. Probablemente esa foto fue tomada cuando volvían desde el puerto hacia el apartamento. Sigo leyendo el informe. El registro del barco solo reveló que poseían un arma, pero no tenía munición. Por la imagen de la fotografía parece que esta fue tomada unas horas antes de mediodía. Mi corazón da un vuelco y corro de regreso a casa para encender el portátil.

Observo el margen de la fotografía y copio un número de serie impreso en ella. Lo introduzco en la página web del fabricante de la impresora y me revela algunos datos perturbadores. La fotografía fue tomada a las 11.38 del mismo día que todo ocurrió. El resto de información no es muy determinante. La resolución, datos sobre la impresión, la marca de la cámara digital, etc. Pero el hecho de que fuese tomada el mismo día en que mató a su familia y se suicidó me da información muy valiosa. El alemán, después de matar a su hijo y su mujer, salió a la calle. Probablemente se dirigió hasta el barco con la intención de huir, o no sabía a donde ir y anduvo por una zona que le resultaba familiar. Puede que fuese buscando el arma. Quién sabe. De cualquier modo, la foto fue tomada en el sentido de vuelta hacia los apartamentos.

Introduzco el número de serie de la segunda foto y obtengo alguna información, pero bastante menos de lo que esperaba. Fecha y hora de impresión pero nada sobre cuándo fue tomada. Resolución de entrada, cámara de origen desconocida y algunas incoherencias que me hacen pensar que no usaron la misma impresora. La foto es de hace año y medio. En teoría, fue tomada hace demasiado tiempo como para relacionarla con los hechos. Pero mi intuición me dice que algo las relaciona. Ambas son perturbadoras y extrañamente familiares. Son fotos que transmiten mucho sentimiento y mucho pesar. No puedo dejar de pensar que algo las conecta, pero descarto la idea teniendo en cuenta las fechas de impresión de ambas.

Decido volver a salir y me dirijo a la zona de apartamentos. Por el camino observo todo el recorrido que realizó el alemán de vuelta a casa, antes de suicidarse. No encuentro nada importante. Los apartamentos están en las afueras, junto a la zona turística. Entre ellos y el puerto solo está el paseo marítimo, que recorre toda la playa, y algunos hoteles de lujo para turistas ocasionales y celebraciones. Antes de llegar me siento en un banco y vuelvo a repasar el informe. Saco la segunda foto y la observo con detenimiento. ¿Por qué está incluida? ¿Qué es lo que la hace tan importante como para incluirla?

Siendo un plano tan cerrado no se puede observar nada aparte de la pequeña vela y la mesa de mármol. Sin embargo, me fijo en los márgenes. Hay una ligera inclinación en ellos. Un ligero descuadre. Y aunque la impresión es de hace año y medio, tiene un punto que me resulta familiar. Vuelvo a guardarla en la carpeta y me reclino sobre el respaldo para digerir la información que poseo hasta el momento. Cuando hay cabos sueltos lo mejor es no precipitarse y dejar que un momento de inspiración llene los vacíos y conecte los hechos.

Súbitamente me incorporo y vuelvo a abrir la carpeta. De nuevo, saco la segunda foto y la observo. Primero noto como un sudor frío me recorre la espalda, luego siento un nudo en el estómago que se va desplazando hasta mi pecho y comienza a arrastrarse por mi garganta. Un quejido suave se escapa de mi boca y siento como se humedecen mis ojos. Unas lágrimas caen sobre la fotografía y resbalan hasta las cicatrices de mis muñecas. Comienzo a llorar en silencio. "Él no los mató...".

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