viernes, 1 de febrero de 2008

FdC.-Uller

El viaje de la nave exploradora Terra Nova fue tranquilo. Nada perturbó su veloz vuelo ni el sueño criogénico de su tripulación, ciega a las maravillas del espacio. A dos días luz de su destino, el ordenador central inició el programa de desaceleración y activó los protocolos para despertar a su carga humana. Alegría, risas, palmadas en la espalda fueron el anticipo de la tragedia. Un fallo en la aproximación a la órbita, un error en la programación, una partícula de una tormenta solar. Nunca llegó a saberse. La Terra Nova atravesó la atmósfera en un picado imposible. Nada debió haber sobrevivido a la colisión. Y, sin embargo…
Algunos dijeron que el azar o los dioses quisieron que la enfermería, en la que Roberto Scott había ingresado por una infección bacteriana leve, escapara al destino del resto de la nave. La realidad es que no fueron sino los caprichos de la física estructural los que determinaron su destino.
Humo y metal retorcido fueron lo primero que Roberto percibió tras recuperar la consciencia. Después llegó el frío.


Día uno.
(09:00 AM)
Sarah, ha sido terrible. La Terra Nova se ha estrellado. Todos están muertos. Charles, Silvia, Dominic, Dimitri, Sayuki. Todos. Cuando he recuperado la consciencia he vagabundeado confuso entre los restos de la nave y lo único que hay es destrucción. Y los he visto. Sus cuerpos, la sangre… ¡Dios! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué yo no…
(11:00 AM) Hace mucho frío a pesar de que el metal fundido aún está caliente. Sólo el módulo de enfermería parece haber escapado a este infierno, pero hay daños estructurales importantes en el mismo. No hay energía. El aire es muy liviano y me cuesta respirar.
(20:00 PM) He tenido suerte. Eso creo. He dado con uno de los trajes aislantes. Los filtros incorporados me permiten absorber más oxígeno. No moriré congelado. Tengo sueño. Buenas noches, Sarah.

Día dos.
(16:00 PM)
Apenas he podido dormir, Sarah, así que me he levantado temprano. Ha sido duro, muy duro, no sólo física sino también emocionalmente. Creía que era más fuerte. He recogido sus cuerpos para enterrarlos pero ha sido imposible. El suelo es puro hielo y apenas he conseguido arañarlo con la barra que he usado para intentar cavar una zanja. Al final, me he resignado a amontonar sus restos y cubrirlos con trozos de hielo. Conservo sus chapas de identificación para devolvérselas a sus familias. Dolor, dolor, dolor. La única consciencia es la del dolor. Sólo el dolor te hace sentir totalmente vivo, sólo el dolor te hace desear la muerte.
(22:00 PM) Quiero vivir Sarah. Y voy a pelear por ello. He planeado lo que haré los próximos días. Te quiero.

Día seis.
(26:00 PM)
Sarah, me siento tan…bien. Han sido unas jornadas intensas y agotadoras, tanto que caía rendido, sin fuerzas siquiera para escribir unas líneas en este diario que me tú me diste antes de partir. En este momento que nadie nos escucha, me atrevo a decirte que me pareció un regalo un tanto absurdo, pero ahora, es como si te tuviera junto a mí. Y me hace feliz. No, Sarah, tranquila. No me voy a poner romántico.
He aprovechado mucho este tiempo, explorando un poco el entorno, buceando entre lo que quedaba de la Terra Nova, recogiendo material.
Estoy en una especie de meseta cercada por una cadena montañosa y un inmenso glaciar en su cabecera, la única salida. He pensado que, en breve, iniciaré su ascensión pero te hablaré de eso más tarde. Lo verdaderamente importante es que dos contenedores sobrevivieron al impacto. Estaban bastante lejos del punto de impacto. Posiblemente salieron despedidas y gracias a ello no se destruyeron. Cuando comprobé el contenido de una de ellas me puse a gritar y a saltar como un loco. Creo que incluso lloré. Sarah, nada menos que una de nuestras tiendas térmicas portátiles, con su célula solar de energía, estaba intacta. Además, he podido recuperar parte de nuestro instrumental de investigación, poco, pero con algún apaño y mucho empeño, iniciaré lo que nos trajo a este planeta helado. El mayor problema será la comida. No hay demasiada. Pero si la raciono durará lo suficiente hasta que me rescaten. Buenas noches, Sarah. Te quiero.

Día ocho.
(12:49 AM)
He llevado a cabo las primeras pruebas y los resultados son sorprendentes. ¡Hay vida en el planeta! Se trata de algún tipo de microorganismo, posiblemente una cianobacteria, pero no he podido precisarlo. Me faltan medios. La he bautizado como Prochloron Samuelensis, en honor a nuestro hijo Samuel. Seguro le gustará. Lo más extraordinario no es su increíble resistencia a las bajas temperaturas, que oscilan entre los -20ºC y los -60ºC, sino su capacidad para alterar su medio inmediato. De algún modo, generan algún compuesto químico que mantiene licuada el agua de su alrededor, creando pequeñas piscinas de hasta medio litro de capacidad. Sarah, esto va a suponer una auténtica revolución en el campo de la xenobiología. Sólo su estudio puede constituir labor de toda una vida. Estoy muy emocionado. Te quiero.

Día diez.
(21:30 PM)
Anoche empezó a nevar y lo que parecía una simple tormenta, se ha convertido en una ventisca terrible. La temperatura exterior es de -72ºC y el viento es fortísimo. Espero que la tienda aguante.

Día doce.
(09:15)
Finalmente ha parado, pero el cielo sigue cubierto por una espesa capa de nubes. Me ha costado salir pues la tienda estaba semienterrada por la nieve, lo que demuestra que estoy en un lugar demasiado expuesto. Además, la célula ha comenzado a fallar por la falta de luz solar. Debo buscar un nuevo emplazamiento, así que me he decidido a no posponer la ascensión del glaciar. Allí podré seguir investigando. Si el tiempo empeora, no podré salir de aquí y lo que es peor, acabaré sepultado. Deséame suerte. Te quiero.

Día quince.
Sarah, Sarah,… creo que he cometido una terrible equivocación. En estos días apenas he recorrido unos pocos kilómetros. ¿Diez, veinte? No sé. Soy incapaz de calcularlo. La nieve blanda ha dificultado enormemente el avance y lo que es peor, ocultaba las grietas en el hielo. No quiero preocuparte, pero me he caído y me he lesionado una pierna. No parece demasiado grave, aunque lo peor ha sido que la pernera de mi traje se ha rasgado y ha perdido parte de su aislamiento. La célula de energía ha dejado finalmente de funcionar. El clima vuelve a empeorar. Tengo frío. Te echo de menos.

Día veinte.
Casi he perdido la noción del tiempo. Me obligo a contar los minutos, las horas, los días. Sarah, la esperanza es como una vela que se va consumiendo, como la arena que escapa entre los dedos. El final está cerca. Lo sé. Me encuentro débil y enfermo. Mi pierna ha empeorado. Tiene un color negruzco y ha empezado a oler mal. ¿Te dije que la célula había dejado de funcionar? No lo recuerdo bien. ¿Sabes? Si sigo vivo es gracias a los organismos que encontré y que salpican toda la superficie de esta zona. Ellos me han proporcionado el agua que necesitaba y que no podía obtener al carecer de la energía necesaria para fundir el hielo. Volveré a escribir pronto. Ahora tengo que dejarte. Dimitri me llama. Te quiero.

Día veintidós.
Sarah, unas últimas palabras. Apenas me quedan fuerzas, me siento entumecido por el frío y sé que no sobreviviré a este día. Aunque no estoy solo. Charles, Dominic, todos, me acompañan. No, no estoy loco o, al menos, eso creo. Ellos están muertos, soy consciente de que no son reales. Serán la fiebre o los filtros saturados, pero no me importa. Están aquí, conmigo, y me hablan y yo les hablo. De ti. De ti, querida Sarah y de nuestro hijo Samuel.
Hay algo que quiero pedirte, Sarah. Prométeme que serás feliz, que encontrarás un buen hombre y que te casarás con él. No te cierres al amor. Y procura que nuestro hijo estudie. Hazle ver la importancia de cultivarse y quién sabe, tal vez algún día continúe lo que yo he dejado inacabado. Adiós Sarah, os quiero, os querré siempre.

P.D.: me gustaría tener una historia que contar sobre la fortaleza, la resistencia y el valor. Este diario y mi cuerpo muerto tal vez sirvan para ello… R.S.

La nave de rescate Aurora penetró la atmósfera del planeta Uller, así bautizado en honor a un olvidado dios del hielo, y se orientó hacia la señal de la radiobaliza de la Terra Nova. Poco después aterrizaba a escasa distancia de su quebrado esqueleto de metal, refulgente a la luz del sol. El equipo de salvamento, a lomos de orugas, se desplazó entre los restos buscando cualquier señal de vida o de muerte.

- Comandante, hemos hallado los cuerpos de cinco de los exploradores. Están enterrados. Por alguien.
- Eso quiere decir que uno ha sobrevivido. El sexto.
- Sí, señor.
- ¡Encuéntrenlo!

La célula solar despertó perezosa a la prometedora luz del día. Un faro para aquellos que buscan con esperanza.

- Comandante, hemos dado con él. Demasiado tarde.

Hay pena en su voz.

- Señor, tenía esto entre sus manos.

El comandante de la Aurora recoge el diario que le tienden. Hojea su contenido rápida y superficialmente y se detiene en la última marca. Sus labios se mueven. Apenas un susurro brota de su garganta:

- Ayer, ayer.

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