Las sirenas de policías y ambulancias ensordecieron la musiquilla de los villancicos. Mientras miraba por la ventana Tomás vio como los viandantes dejaban de realizar sus compras navideñas y observaban morbosamente la escena. El cuerpo de su jefe se había enredado al caer con las luces puestas por el ayuntamiento y con su gran panza y su barba blanca podía pasar por otro adorno navideño si no fuera por el charco de sangre que le rodeaba en el suelo.
Después de todo a Tomás no le iba a tocar trabajar en Nochebuena y Navidad.
miércoles, 6 de febrero de 2008
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