sábado, 2 de febrero de 2008

5.-La última batalla

Avenida “la nada”.
Tumultuoso camino que me espera.
Es un pasillo, una avenida encerrada entre barrotes de cemento blanco, con dirección a ningún sitio, y origen en mi espalda. Sin ventanas, ni puertas, luz fosforescente cegadora y oscuridad al frente. No veo mas allá de mis ojos, ni de mi imaginación. Camino… por desesperación.
La oscuridad crece, y la luz se apaga, me envuelve y me atrapa. No se que pensar, ni que sentir… Ya todo es oscuridad, y yo… ya no existo.

Azul de ojos, aun vivos.
Vuelo, navego. No toco suelo. Pero veo el fondo con mis propios ojos, tapados con una venda que intento quitarme. Dos tonos de azul ven mis ojos cuando lo consigo, azul cielo, y azul océano. No consigo ver el limite, aquella frontera donde se fusionan las dos mitades, pero se que existe, al menos en mi cabeza.
La venda se va hundiendo en el agua, poco a poco, hasta que se desvanece. Nado, pero no me muevo, o al menos, nada cambia.
No tengo reloj, ni voy vestido. Solo me envuelve un traje de Armani con corbata, y un rolex en la muñeca. Pero no marca la hora.
El tiempo pasa, lentamente, y el sol que antes estaba sobre mi ha desaparecido, pero no hay estrellas, ni luna, ni negro-oscuro, sigue habiendo azul, azul de ojos, comos los míos.
Me veo reflejado, cansado, arrugado y estirado, tan seco y mojado como el agua que me rodea, sin principio ni final. Llevo apenas una hora encerrado en la libertad, o eso dice mi reloj, que ya no tengo.

La incertidumbre me aplasta contra el agua, mi cara penetra en el mundo acuático y mis ojos se cierran para ver mejor. Rojo. Verde. Azul otra vez, el frío me regala corrientes marinas que me despiertan, y vuelvo a flote. Y abro los ojos.
Una enorme ola, de película, viene a mi. La cresta supera la visión, quizás choque contra la luna inexistente de mi razón. Y se acerca, cada vez mas. Una mole imparable de agua a velocidad creciente exponencial, que me va a tragar… que me traga. Me muevo sin rumbo dentro de la ola, con fuerzas que me vapulean y marean, que enredan y acaban. Y cierro los ojos, Y los vuelvo a abrir.

El tiempo infinito.
El azul ha dado paso al eterno naranja. El sol ha vuelto al cielo, y da pinceladas sobre las colinas rocosas en las que estoy. Alto. Tan alto que casi veo las estrellas detrás del sol.
El lugar es inhóspito, otra vez encerrado en los limites de la comprensión, rodeado de vacío. No puedo escapar de la cima, estoy atrapado en un rascacielos de piedra, ya caduca.
Me acerco al borde para ver el suelo, tan lejano como mi consciencia, y contemplo una de las maravillas de la tierra, a una altura que me llama. El vacío me succiona como en un agujero negro, y caigo.
Voy tan rápido hacia el suelo que noto el aire rozándome, como vivo.
No respiro, mi corazón se para, mis nervios eclosionan, mis músculos se engarrotan, mi nariz empieza a sangrar, me relajo, ya no veo. Ya no siento. Caigo. Y nunca llego al final.

Atado en cables blancos.
Mi consciencia vuelve. Veo borroso, pero puedo ver sin miedo a perecer.
Estoy tumbado, atado, sedado, drogado, lo noto. Casi no hay luz, pero puedo ver donde estoy. Cuatro paredes me encierran, y aun así, puedo ver las estrellas, por fin, a través de una ventana a mi derecha.
Cuanto desearía volver a admirarlas como es debido, la Osa mayor, Casiopea, Cefeo…

Oigo pasos, y unos pitidos intermitentes sin pausa, o quizás esté todo en mi cabeza, ya no lo se, solo quiero moverme, pero no puedo, sigo atado, y una fuerza inexplicable empieza a bajarme los parpados. Resistencia David, debes pensar, si piensas sigues vivo, no dejes de pensar, mantén los ojos abiertos y estarás despierto. Debo…

Desnudo ante la sombra
Estoy atrapado. Como de costumbre.
Ciertamente, estoy cansado de divagar por un mundo sin rumbo, atrapado en una estancia para pasar a otra, sin medio ni fin visible.
Podría parar. Sentarme, desear que acabara, y esperar a que una luz apareciera y me llevase, pero no lo haré. No es que quiera, ni tampoco debiera, tampoco es problema el que pueda, simplemente soy yo quien me obliga, aunque no quiera. Y camino.
La oscuridad que siempre esta presente se diluye en un halo de luz al frente.
Cuando llego, un espejo de mi altura me espera. Yo me espero. Me veo. Descanso, y pienso.

Ya no doy mas de mi. He perdido el norte, y justamente ahora, quizás, pueda volver a renacer. Pero no lo haré, porque este es mi final.
Si lo sé, es porque ya me he dado cuenta. Es un viaje sin sentido, sin argumento.
Mi vida es como la vida, vacía. Una mera descripción de lo que veo y siento para mi mismo. Una interacción ficticia con seres que piensan, pero no dicen, que sienten, pero no aman, que ven, pero no temen. Y si lo hacen, es por obligación.
Es una reflexión final, vacía, llena quizás de lo que todos podemos ver en uno mismo, y no vemos, porque no paramos. No descansamos. Y aun así, sigo pensando. Sigo viéndome parado. Sin saber como escapar, moverme de verdad.

No sabría continuar, pero ya no debo hacerlo, tras el espejo veo, cada vez mas nítida, una puerta en mi espalda. Me giro, y la observo. El último paso.
Podría pararme y pensar, como he hecho antes, sobre la nada. Decir vagas y redundantes palabras sin sentido ni contenido que llenen mi vida de esperanza. Pero no lo haré. Por que ya estoy cansado hasta de mi mismo. Y quiero descansar.

Abro la puerta y cierro los ojos, para ver bien. Doy un paso, y entro.


La ultima luz
En otro lugar, esta vez existente, en una habitación ya descrita, un pitido, que se hace cada vez mas nítido, toma forma y continuidad. Si hubiera alguien ahí, habría visto el revuelo, la chispa, la vida y la muerte en una batalla con un final ya escrito. Habría escuchado una hora, y mas tarde el mas impoluto silencio, y quizás un ligero llanto, del viento, quizás.

No hay comentarios: