sábado, 22 de marzo de 2008

2.-El armario de Nolan

Bill volvió a mirar por encima del edredón. Temblaba de la cabeza a los pies. Ese armario… Allí había algo…

(Esos ojos)

Desde que se mudó al enorme edificio Nolan de apartamentos con sus padres no lograba conciliar el sueño hasta muy entrada la noche. La mayoría de las veces conseguía el ansiado descanso cuando se mudaba con sigilo a la cama de sus padres, acurrucado a sus pies era capaz de dormir en paz. Esa paz hoy no la tendría. Antes de ir a su habitación había intentado hablar con su padre. La conversación no fue demasiado bien. Su padre fue tajante:

—William, ya eres mayorcito, ¡Un hombrecito de seis años! Y los hombrecitos de seis años ya no creen en monstruos dentro de los armarios, y tampoco en niñas malas apareciendo y desapareciendo por la ranura del ascensor…y por favor Billy, olvídate de esos ojos que dices ver por todo el maldito edificio. Esas cosas no existen, y desde luego, no hablan. Cariño, te quiero. Y no quisiera tener que llevarte al médico malo, ¿Quieres ir tú? ¿A que no? Entonces debes de olvidar todas esas alucinaciones.

Pero Bill cada día estaba más convencido de que nada bueno había en ese edificio…

(Esas voces)

—¡Eh! ¿Quién hay ahí? —Bill creyó oír una voz repitiendo su nombre.

Pero si sobre los sonidos no estaba tan seguro, lo que no le engañaba era la vista. La puerta de ese armario se había movido. Bill se tapó completamente hasta la cabeza y se hizo un ovillo. No se atrevía a volver a asomarse. Un sonido de agujas cayendo le llegó de sopetón.

—¡Mamá! ¡MAMAAÁ! —Bill gritó desaforado, sólo quería ver la dulce cara de su abnegada madre.

Al momento apareció en el quicio de la puerta. Se acercó a la cama de Bill y su expresión no era amistosa. Seguro que su padre le había dicho algo acerca de la conversación que habían mantenido.

—Mamá —tiritaba, estaba aterrorizado— aquí hay un moustro.

—Se dice monstruo hijo— Lucy le abrazó fuertemente.

—Eso también.

Se rieron los dos desechando malos augurios y miedos superfluos. Pero Bill ya no quería quedarse durmiendo allí, al menos no sólo.

—Quédate aquí mami…

—Sabes que no puedo, Billy cariño… tu padre…

—¡Papá es tonto! —contestó Bill enfadado.

—Papá quiere que dejes de creer en esas cosas, —le revolvió el cabello— y sabes que te quiere mucho. Pero nene, tienes que intentar no pensar en ello o al final tendremos que ir a ver a un médico.

—No quiero ir al médico mami, que me pincha. Y ya no me da Chupa Chups.

—Duerme Billy —le besó cariñosamente y se levantó—, y no vengas a la cama, ya sabes que tu padre está un poco enfadado, es mejor que hoy duermas aquí hijo.

Al llegar al interruptor junto a la puerta le miró con dulzura, le tiró una ráfaga de besos y lo dejó de nuevo en tinieblas.

No tardó en sentir de nuevo la presencia de algo. La puerta del armario se volvió a entreabrir de nuevo, vomitando una negra sombra más oscura que la propia noche. Bill se obligó a mirar de nuevo por encima de sus temblorosas manos…

(Esas sombras)

No se lo pensó, Bill corrió por su habitación como un psicópata en busca de su víctima. Cuando giró la esquina en dirección a la habitación de sus padres se quedó de piedra. Sus pies no respondían, empezó a gritar desgañitándose. Las paredes estaban teñidas de un rojo vivo que le cortó la respiración…

(Esa sangre)

(Y las voces)

(Y los ojos)


Bill se dio media vuelta. Sentía el terror pisándole los talones. Porque ese edificio entero le odiaba. A cada paso que daba le intentaba zancadillear con alguna horrible visión, y Bill lo sabía. Pero nadie le creía. Lo peor era la niña. Esa niña era la reencarnación del mal que emanaba esa casa. Sus padres le mandarían a dormir a su habitación de nuevo. Debía escapar de allí. No se lo pensó, cogió las llaves y salió del apartamento. El pasillo le resultó extrañamente tranquilizador. No se movía nada, todo era normal… y no vio ningún ojo acechándole, amenazándole.

Recorrió de puntillas el largo pasillo, tenía el ascensor de frente, pero no lo cogería. Allí siempre estaba ella. Esperándole. Para jugar. Y no quería volver a verla. Por nada del mundo quería Bill encontrarse de nuevo a esa niña. Esa niña era perversa:

—No quiero verte —dijo antes de encarar las escaleras.

Pero antes de bajar el primer escalón sonó el característico timbre que anunciaba la llegada del ascensor del edificio Nolan de apartamentos.

(Ese Clink)

Bill inspiró con fuerza y pequeñas convulsiones de miedo le sacudieron cuando ante él apareció de nuevo esa niña asomándose desde la ranura. Una especie de siseo llegó hasta sus oídos tensándole más aún.

—Wiiilliammmm… ssssssshhh…

(Las voces)

—¿Quién eres? ¿Eres un moustro?

—Nooooo… sssshhhhhh…Soooyyyy ssshhhhh… Nolan… sssoooyyy uuunn avaatarrr shhhh sssoyyyy Nooolannn.... sssshhhhhhh...

Bill empezó a correr de nuevo, esta vez en dirección a su apartamento de nuevo. No lograba quitarse de la cabeza la blancura lechosa de aquella cara, y los movimientos dignos de un reptil con los que se movía aquella espantosa niña. Y su negra boca.

—Biiiiilllllll… sssssshhhhh, esssshhhhhtoooooy muuuuy sssshhhoooolaaa sshhhhhhh…

A los lados del pasillo empezaron a emerger rostros blanquecinos. Todos horribles, mutilados y desencajados que parecían observar la carrera del muchacho con morboso interés. Bill sólo miraba el suelo, no quería mirar arriba. Allí estaba eso. Apenas quedaban unos veinte metros para llegar a su puerta. Bajo sus pies, la muchacha de oscura boca se arrastraba a una velocidad infernal. Trató de pisarla pero no podía hacerla daño. Le miró fijamente durante la alocada carrera y cuando llegó a su puerta le sonrió con los ojos muy abiertos para desaparecer en el preciso momento que Bob, el padre de Bill abría la puerta. Cuando vio la expresión de Bill, el cuerpo sudoroso y angustiado empezó a preocuparse de verdad.

(Los rostros)

Bill se revolvió queriendo advertir a su padre de esos rostros horribles. Al menos conseguiría que le creyeran. Logró zafarse del abrazo de su padre y se volvió azoradamente hacia su espalda. Nada se movía. Todo estaba en calma. Y nada estaba en calma. Allí no había pasado nada, pero había pasado de todo. Rezumaba miedo por todos su poros.

Su padre fue a abrazarle de nuevo pero Bill no hacía más que señalar y gritar, ¡allí allí!

—¡Hijo! ¡Allí no hay nada maldita sea! Ven aquí, ¿dónde te habías metido? — preguntó agarrándole con firmeza de los hombros.

—Papá… quiero irme de esta casa, no me gusta esa niña… hay moustros que me persiguen. Dice que es un... ¡un lavatar!

Su padre le abrazó de nuevo con ternura, le susurró al oído:

—Los monstruos no existen Bill… Entra en casa, esta noche dormiré contigo— le dijo con resignación. Te quiero hijo

Y así lo hizo, logró tranquilizar a su hijo contándole una de sus batallas de cuando era niño y Bill empezó a conciliar el codiciado sueño que tan esquivo le era. Una vez que lo dejó con la respiración acompasada le arropó bien y le besó en la mejilla. Bob estaba extrañado. Nunca pensó que Bill fuera capaz de algo semejante. jamás en su vida imaginó a su hijo haciendo algo como lo de esa noche. Pensó que lo mejor sería ir a ver a un psicólogo mañana mismo y salir de dudas. No quiso cerrar la puerta de la habitación.

(Las sombras)

Bill se despertó al rato inundado en sudor, había soñado con ella. Con la niña de oscuros ojos. La niña de la boca como el tizón. Soñaba que le decía que jugase con él… que la besase la sucia boca, y Bill corría intentando alejarse de esa horrible imagen. Pero al momento la tenía enfrente volviéndole a decir que quería jugar con él…

(El armario)

Bill se arropó entero de nuevo, y cerró los ojos hasta que le empezaron a llorar. El quejumbroso gozne de la puerta del armario empezó de nuevo a hacer de las suyas.

(El siseo)

Siguió con los ojos cerrados, hasta que notó un frio contacto en uno de sus pies. Cuando abrió los ojos vio de nuevo el oscuro pozo que era la boca de la niña diabólica, totalmente abierta.

Le llamaba:

—Veeennnn… ssssshhhhhh… ¡juguemosssshhh Bill! — la enorme boca empezó a abrirse desmesuradamente. Afilados dientes oscuros se abrieron en una horrible mueca...

—¡Ahhhhhhhhhhhh!

(El silencio)

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