domingo, 3 de febrero de 2008

17.-Desde el mundo inteligible de las palabras

“Espero estar presentable para cuando alguien me vea. El orden correcto debe prevalecer ante todo.
Si bien, espero que hallan tenido la amabilidad de haberme hecho material. De cogerme entre sus manos, suavemente, pues nosotros también sufrimos, y actualmente nuestro nacimiento es bastante etéreo.

No me gustan las medias tintas, así que me gustaría presentarme como es debido. Sepan ustedes que todo objeto ha sido creado por un humano.
Si no directamente, quizás por una máquina u otro objeto que ha sido creada a su vez por un humano. Por lo menos, la idea original si ha sido de uno de estos. Y este caso no es especial.
Quizás sea menos que un objeto cotidiano, pero mi esencia está guardada ahora en uno. Es lo bueno que tienen los relatos. Somos ideas plasmadas, podemos ser leídas aquí o allá, incluso a través del tiempo, aunque nos volvemos amarillentos (y vosotros viejos, nadie escapa).

Soy un escrito. Una hoja de papel con palabras, con mensaje. El mismo que ahora están leyendo. Tan imaginario como real.

Estoy seguro de que ya has leído bastantes relatos hoy, o al menos lo vas a hacer. O quizás no y el azar del destino haga que solo leas este en particular. De cualquier modo, ya te habrás hecho una vaga idea de lo que soy. Sin un giro inesperado, una trama pobre, solo puedo hablar contigo de tu a tu, pero no creo que tengas muchas posibilidades de hablar con un relato, así que aprovecha, porque cuando me acabes, mi magia se habrá marchitado.

Un relato es diferente a todo los demás. Tan inanimado como un cenicero o una vela, pero su vida no vale ni una cuarta parte de la mía, aunque no se lo digas, podrían aplastarme o quemarme.
Pero es cierto, tanto lo uno como lo otro, como infinidad de cosas, se quedan apalancadas en un sitio y no salen de ahí. Supongo que hablarán entre ellos, si es que tienen forma de hacerlo, yo estoy preparado para estar solo. Me basta con que de vez en cuando alguien me coja, y me deje hablar. No emito sonidos, pero a veces llego al alma. Otras veces no llego a nada, es cierto, pero es un riesgo que se corre.

Por ejemplo, bien podrías estar pensando en cuando acabaré de hablar para pasar al siguiente hecho, o quizás paladeas cada frase como si fuera oro lingüístico. Se que es más de lo primero que de lo segundo, puesto que algo tenemos los relatos, y es que no somos tontos. Y aun así te diré, que como en la vida, una sonrisa vale mas que mil resoplos.

Y aún puedo dar un giro inesperado, mírame, aun te queda una página por leer (por leerme), quizás cambie de ser.
Quizás te diga que en realidad no soy un relato. Aunque es un poco estúpido ya que tu me estás viendo. La vista no engaña y muy bien sabes lo que ves.
Ciertamente, soy un conjunto de palabras, en un folio, en un pergamino, en una pantalla… pero lo que hace al relato lo que es, es que alguien lo escriba y alguien lo lea. Y hasta ahora se ha cumplido, ¿No es cierto?

Me gustaría complacerte. Nosotros sólo vivimos cuando nos dan vida, y ahora lo estás haciendo, y ya que has venido en busca de algo de argumento activo, me gustaría contarte un relato, corto, porque no es de mi agrado, pero es lo menos que puedo hacer:

“Se sentía sola. Fuerte e insegura. La imitación de la vida en cristal. Ella sabía que existía en alguna otra parte. Viva. Pero aquí no era si no una frágil rosa inerte. Tan bella como la verdadera, distinta, quizás más valiosa.
Pero eso ya no importaba. Un descuido, un desliz. Su cuerpo pulido había evitado cualquier rozamiento, cualquier agarre, y ahora caía.
El suelo la convirtió en nada. Desapareció. Miles de cristales yacían esparcidos, como esporas, pero estas no eran fértiles.”

La verdad es que los relatos no estamos hechos para escribir relatos. Somos demasiado influenciables por nuestras propias experiencias. Necesitamos la idea original, la creación mágica y el paso al materialismo, que sólo un humano puede darnos. Somos parte de nuestro creador. Pero tenemos personalidad propia también.

Yo no tengo personajes, o al menos yo estaría en duda de si soy o no uno de ellos. Soy narrador. Soy el propio objeto el cual ahora lees atentamente. Pero tengo personalidad, si bien no estoy vivo ni siquiera en la imaginación, puedo crear vida en esta.
Los relatos podemos escribirnos solos, es parte de la magia, aunque ya digo que no lo hacemos del todo bien. Yo por ejemplo, suelo magnificar las descripciones, nunca he escuchado a otro ser, así que no sabría ni exponer un diálogo. La intromisión personal, lo que piensa alguien… bueno, quizás sólo podría escribir sobre lo que piensa otro relato.

Quizás algún día lo haga.

Aun así, estamos llegando al final, pero no bajes la vista, queda lo más importante. Queda el sello, la despedida, la conclusión, el cierre, el punto final, y el espacio entre la visión y la comprensión.

Un saludo cordial desde el mundo inteligible de las palabras.”

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“Capicúa, una visión diferente de la realidad”, el libro que descansaba en el 2º estante de la sección de relatos de la biblioteca, suspiró. Guardó la tinta y su pluma de oca debajo de la mesa. Recogió su nueva creación y se la guardó entre una de sus miles de páginas.

Estaba contento, había escrito su primer relato, o algo así…

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