miércoles, 20 de febrero de 2008

13.-El piloto

“... lluvia de meteoritos que sorprendió en su ruta a la aeronave propiedad de Ixverias. Los equipos de bomberos lograron arrastrarla fuera del mortífero temporal mediante potentes campos magnéticos alimentados con generadores de fusión. Según el informe de daños, el 67% del vehículo ha quedado destruido en su totalidad. El piloto se encuentra en estado crítico...”

* * *


“... los familiares de las víctimas que, en aquel terrible accidente hace dos meses en el que perdieron la vida 149 personas y 1500 resultaron heridas, se reúnen para...” ¡Clic!

-¿Por qué les gusta tanto seguir hurgando en la cicatriz? –exclamó Ken- ¡A todos nos afectó, no sólo a ellos! Y sé de lo que me hablo.
Desde la cocina, Dayana, su mujer, apenas levantó la mirada. Desde que Ken había sido dado de alta del Centro de Regeneración Total eran muy frecuentes los comentarios de ese tipo. Con un suspiro, extrajo la taza del sintetizador de café y se la llevó a su marido, quien se la bebió en silencio. No tardó en levantarse.
-Bueno, nena, tengo que irme. Por muchos aniversarios de accidentes que haya, yo sigo teniendo rutas que pilotar.
-Que te vaya bien –dijo ella con aire distraído, antes de que unas manos la sorprendieran sujetándola por la cintura.
-¿Sabes? ¿Qué te parece si hacemos algo juntos cuando vuelva? Algo... interesante.
-Ya veremos. Venga, que vas a llegar tarde.
Ken la soltó, le lanzó un beso desde la entrada y se fue. Dayana volvió a suspirar y se sentó frente al televisor:

“...Una nave del ejército ha sido cercada esta madrugada (hora colonial) por los boids en las proximidades del planeta...”

* * *


“...no se sabe nada aún de la nave en la que viajaba el capitán de división Beta del ejército, que fue acorralada por los boids a las...”

-Esto no marcha bien, nada bien.
-Vamos, Hiro, si siempre dicen lo mismo: que si ahora ganan ellos terreno, que si ahora lo pierden ellos...
-¡Precisamente por eso la cosa no marcha bien! –Hiro apartó la mirada de la gran pantalla de televisión de la cafetería para mirar a Ken a los ojos- No es normal que una guerra dure tanto, te lo digo yo que no me parece normal.
-Pues no veo yo por qué no. La III Guerra Mundial, hace dos mil años, duró cerca de seiscientos, y nosotros aún no vamos por ciento cincuenta...
-Sí, pero entonces era entonces, y la tecnología era casi prehistórica- replicó Hiro-. Ahora, con todos nuestros medios, deberíamos haber podido resolver este problema hace años.
Ken apuró la bebida y configuró su reloj para que mostrase la hora en la Colonia.
-¡Nchs! Creo que llamaré a Dayana para decirle que no podré volver a casa esta noche... el vuelo de vuelta ya entra dentro del horario universal nocturno.
-Volviendo a los antiguos hábitos, ¿Eh?
-Cállate ya.

* * *


“¿D-dónde estoy?”
Hacía muchísimo fría. La débil luz de una esfera de energía iluminaba a duras penas una especie de zulo: un cubo cerrado, mugriento, sin entradas de ningún tipo.
Intentó levantarse, pero se encontraba completamente paralizado.
“¿Qué estoy haciendo aquí?”
Una sombra se movió en el límite de su ángulo de visión.
“¡Un boid!”
Era el ser más repente y asqueroso que había visto en su vida. Tuvo que luchar para contener una arcada. El boid se aproximó a él hasta que uno de sus apéndices se enganchó detrás de su nuca. Al instante sintió un dolor horrible recorriéndole la médula espinal, como si miles de hormigas en llamas estuvieran atravesándola a cada segundo.
“¿¡Por qué me hacen esto!?” “¿¡Qué hago aquí!?
Entonces perdió el conocimiento.


* * *


-¡Ahg!
Ken se incorporó de un salto en la cama. Todo él estaba empapado en sudor, y tenía un dolor de cabeza insoportable.
“¿Una pesadilla?”
Volvió a revisar con la mirada la habitación del motel. Todo estaba tranquilo y en orden, pero de todas maneras no pudo evitar un escalofrío: “¡Había sido tan real!” Ken trató de alejar al boid de sus pensamientos, echó una ojeada a su reloj universal y se levantó para ducharse: pronto tendría que estar listo para pilotar de vuelta. Encendió la televisión de forma distraída, sólo por escuchar un poco de ruido:

“...todavía se desconoce el paradero de la nave donde viajaba el capitán de división Brian, atacada el...”

* * *


“...cuarenta y ocho horas desaparecida, los altos mandos no esperan encontrar ya dicha nave ni al capitán en buen estado, de modo que las bases en peligro inminente se preparan para un traslado de emergencia...”

-No te esperaba –dijo Dayana desde el sofá, sorprendida de ver a Ken aparecer por la puerta-. Como normalmente sueles empalmar varios trayectos en un mismo viaje...
-Ya –contestó él-, pero el haber estado tan cerca de la muerte me ha hecho pensar. Así que a partir de ahora trataré de, al menos, estar aquí a la hora de la cena.
Dayana se le acercó con una sonrisa y lo besó. Luego se alejó en dirección a la cocina.
-Lo malo del asunto es que no tenía nada preparado –le llegó su voz desde la cocina-. Tendrás que esperar un poco.
-No te preocupes, con un café me conformo –le gritó él desde el salón-. Vengo algo desganado.
Al poco llegó ella con una taza. La velada transcurrió entre anécdotas, cotilleos y demás frivolidades, hasta que el matrimonio comenzó a preparase para ir a la cama.

* * *


Estaba de nuevo en aquél zulo helado, pero esta vez era distinto: se encontraba muy iluminado, y él había sido inmovilizado en una especie de potro (a falta de un término que se le aproxime más). Dos extraños boids lo contemplaban.
“Nos vas a decir dónde están vuestras bases.”
Sus voces resonaban en su idioma, en su propia mente.
-No... –musitó él.
“Nos vas a decir dónde están vuestras bases.”
-No... no lo haré.
Otra vez aquél insufrible dolor.
“Sabes que lo acabaremos descubriendo. ¿Por qué sufrir inútilmente?”
-B-basta...
Otro ramalazo de dolor.
“Es tu última oportunidad, capitán Brian.”


* * *


-¡Ken! ¡Kenny!
Ken volvió a abrir los ojos. Ahora se encontraba en una sala en semipenumbra, iluminada tenuemente por un minisol de mesa. Dos personas lo contemplaban desde el pié de la cama.
-... ¿Dayana? –logró articular al fin- ¿Qué ha pasado?
-Al poco de dormirte comenzaste a retorcerte y a gritar incoherencias –explicó ella con lágrimas en los ojos-. Como no lograba despertarte, llamé al doctor Torres. Estaba muy asustada –añadió con voz quebrada.
Así pues, Ken tuvo que contarle al doctor todo lo referente a sus pesadillas...
“¿No son muy reales para ser pesadillas?”
... le habló de las torturas que sufría...
“Casi esperaba encontrar marcas en mi piel al despertar”
... y con qué frecuencia soñaba.
“¿Me estaré volviendo loco?”
El doctor le diagnosticó que todavía padecía estrés debido al accidente que sufrió hace dos meses, de modo que le recetó unos calmantes.
Aquella noche Ken no soñó más.

* * *


“... boids han lanzado el aviso al ejército de no liberar al capitán de la nave secuestrada a menos que retiren sus tropas de los sectores...”

-¿Qué tal te encuentras hoy, cariño?
Ken se encontraba tirado en el sofá delante de la televisión. Por indicaciones del médico y de su mujer, aquél día lo había pedido de permiso.
-Todavía algo atontado por culpa de los narcóticos –respondió-, pero al menos he dormido algo.
-Toma, te he preparado un café cargadito –dijo ella, tendiéndole la taza.
A pesar de que ardía, Ken se lo tomó de golpe. Cerró un momento los ojos...

* * *


“Ya lo tenemos aquí de nuevo.”
Brian abrió los ojos: seguía en el potro de tortura. “¿Qué estaba pasando?” “¿Quién era ese Ken con el que no dejaba de soñar?”
“Aún no piensas contarnos nada.”
No era una pregunta. Esos condenados bichos ya estaban tratando de nuevo de leerle la mente.
“Inyéctale otra vez.”
Otro de los boid se acercó a Brian y le clavó en el brazo una especie de aguijón por el que le inyectó un líquido ardiente. Casi al instante el capitán comenzó a sentir un desagradable sopor, y en su mente ya comenzaba a dibujarse la silueta de una sala de estar.
-Ah... ya compren...


* * *


-... do!
Ken se sentó de golpe en el sofá, temblando de pies a cabeza. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Se encontraba de verdad en una ilusión creada por los boids?
-¿Me has dicho algo, cariño? –le llegó una voz desde la cocina.
Era... ¿Dayana? La noche anterior le costó reconocerla. ¿La última vez era así su voz?
-¿Necesitas algo? Deberías tomarte los tranquilizantes que te recetó el doctor.
Ken comenzó a sudar copiosamente.
-No... no más...
-¿Cómo?
El pecho le dolía a causa de la fuerte taquicardia.
-Cariño, ¿Te encuentras bien?
Ken alzó la vista, y lo que vio le hizo soltar un alarido de terror: un ser nauseabundo vestido con las ropas de Dayana. La criatura gritó a su vez y huyó hacia la cocina. Ken la siguió.
-¡¡¿Qué está pasando?!! ¡¡¿Dónde estoy?!! ¡¡¿Dónde está mi mujer?!!
La criatura parecía reírse de él con desdén. Ken se abalanzó sobre los cuchillos y acto seguido se lanzó contra la criatura sin darle tiempo a reaccionar. La apuñaló ocho, nueve, diez veces sin dejar de gritar. Otro boid había aparecido en la puerta de la cocina, y trató furioso de derribar a Ken quien, de forma casi fortuita, logró esquivarlo y clavarle el enorme cuchillo en la espalda.
Dejando a la bestia herida de muerte, Ken retomó su arma y salió a la calle. Debía salir de allí, tenía que despertar...

* * *


... declaraciones que podrían probar la inocencia del piloto acusado de asesinar a su mujer y herir de gravedad a un prestigioso abogado, de nombre Emmanuel Torres, la pasada semana: tras salir del Centro de Regeneración Parcial, el letrado declaró que, tras el accidente y creyendo fallecido al piloto de nombre Ken Smith, estableció una fuerte relación sentimental con la mujer de éste, la difunta Dayana Cornwell. En su declaración, Torres alegó que fue suya la idea de tratar de matar al piloto de Ixveria. El plan consistía en administrarle altas dosis de coriinha, una droga de tipo onírico que permanece latente en el sistema nervioso hasta que se entra en la fase más profunda del sueño. De esto se encargaba su amante, y también de ayudarle a hacerse pasar por médico para recetarle a Ken Smith altas dosis de un narcótico muy potente como diagnóstico de lo que él llamó “estrés traumático” (causado realmente por la acción de la mencionada droga). Su intención era matar al piloto de sobredosis y así poder hacer pasar el asesinato como un suicidio. Pero la pareja no previó que la droga pudiese reaccionar con los narcóticos, provocando que la coriinha se activase estando el sujeto todavía consciente, lo que se tradujo en un efecto alucinógeno de un realismo asombroso, según los médicos. Ken se encuentra en estos momentos ingresado en el Centro de Regeneración Mental a la espera de que esté en condiciones de declarar...”

-¡Hiro! ¿Quieres hacer el favor de apagar ya ese trasto y hacer algo por la patria?
-Sí, jefa.

¡Clic!

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