viernes, 1 de febrero de 2008

14.-Frívola amiga, te acompaño a la tumba

-Para lo que necesito hacer, tengo que librarme de aquel individuo lo más pronto posible.-Digo asombrosamente con una fría voz, ocultando cualquier alteración emocional- De todas formas, ¿no implica mi fin acabar con todos los de su calaña? Al fin al cabo estoy aquí para cambiar las cosas. Soy el puto redentor del mundo.- ¿Cómo puedo haber revelado esto?

-Comprendo que estés bastante molesto, pero debes reflexionar-Dice aquella sombra a través de la rejilla del confesionario.- No eres mejor que ellos adoptando esa postura…No te dejes dominar por la ira.

¿Por qué no se altera? ¿Por qué parece como si ya hubiera oído esto antes? ¿Acaso teme una reacción por mi parte? Al menos se que no actuará de manera temeraria, eso me tranquiliza. Sin embargo tiene valor para decirme esto. No quiero hacerle daño, es un buen hombre.

Soy erradicador de la frivolidad, de esa necesidad imperiosa de aparentar. Aquel que no actúe coherentemente no merece luchar por el mismo oxígeno que yo. Por otra parte, si no acabo yo con ellos su mísera existencia lo hará, sufrirán como una cucaracha boca arriba, así que cualquiera en mi lugar sabría que un poco de destrucción no haría mal a nadie.

Pero el problema es ese inspector de pacotilla, uno de esos jovenzuelos que se creen que están viviendo una novela policíaca, o que encarnan a un agente atractivo como el protagonista de Seven. No se como, pero sus estúpidas conjeturas y tramas absurdas le han llevado hasta mí, está claro que hay alguien cercano a mí que ha dado el chivatazo, pero lo curioso es que no se lo he contado absolutamente a nadie, y creo que no he mostrado ningún indicio de que lleve algo entre manos, ni hay nada extraño en mi comportamiento.

Claro que tantas muertes supongo que dejan un evidente perfil psicológico, y yo encajaba en él, como si mi silueta fuera la última pieza del puzzle. Actores, modelos, dueños de firmas de moda, músicos…Por no hablar de las continuas purgas que hago en las discotecas de ciudades importantes.

¿Pero realmente, qué más da? No me pueden hacer nada, soy un jodido santo, el sufrimiento de todas esas personas me da la vida, y con toda la pila de cadáveres que amontono tengo reserva para siglos. En cuanto pille a ese James Bond de pelo teñido me lo cargo, el mundo será más feliz.

-Medita sobre ello, y sobre todo hazlo con mucha calma y no seas impulsivo.- Como si no hubiera pensado en frió todo lo que debo hacer…Yo no soy como ellos, caprichosos y egoístas, yo busco y encuentro el beneficio del mundo, aunque la propia sed consumista impida verlo a demasiados sujetos. Esos serán sacrificados.

Salgo del confesionario y respiro hondo. Estoy dispuesto a cargarme a todos y cada uno de los farsantes de aquí. Y lo mejor de todo es que después de esto seré mejor persona que el mismo Jesucristo. Y sin chorradas de crucifijos y simbolismos absurdos.

Saco la pistola. Aún me tiembla mano, parece que no tengo toda la confianza que debería tener. Me doy cuenta de que todavía no me he acostumbrado a matar, aunque afortunadamente me consuela que esté obrando bien, eso me hace cada vez más fuerte. Pronto acabaré con esto.

Ahí está, mi primera victima. Una mujer atractiva, de unos 20 años, el tipo de persona perfecta para poner a prueba mi firmeza, ya que no quiero meter en medio a niños. Me acerco a ella por detrás y le coloco el cañón en la cabeza. Ella sobresaltada empieza a gritar. Todos se vuelven. Que espectáculo.

-Han sido elegidos para realizar una selección en la que, poniendo aprueba vuestras aptitudes, seréis seleccionados para sobrevivir…o morir. Igualito que la puta madre naturaleza. No quiero que os levantéis ni que os pongáis histéricos, eso solo hará que os mate a vosotros y haga una parodia de esta escena con los cadáveres delante de sus familiares. Iré de uno en uno. Esperad a que llegue vuestro turno, no os impacientéis, se que esperáis con ansias vuestro turno.- ¿Habrá sido esto demasiado cruel? No. Soy el artífice de la templanza, la justicia y la prudencia, no me puedo equivocar en nada. Pero... ¿Y esta risa sarcástica de mi cara? ¿Acaso estoy disfrutando más de lo correcto?

Debo concentrarme en mi afrenta. Estoy decidido.

-O reniegas de tu fe o te mato.- Le digo en bajo sin que nadie mas que la mujer me pudiera oír.

Y sorprendentemente, como si hubiera reservado la calma para momentos críticos, se calla, y dice con voz sosegada: -No puedo hacerlo, ya que eso sería mentir. Si es mi hora adelante, pero el engañarme a mi misma no compensa por algo más de tiempo en mi vida.

-Vete. Me has alegrado el día.
-Gracias.-Me dijo mirándome extrañada.


Se marcha. Ahí va una persona de la que se puede estar orgullosa. Como engañan las apariencias. Pero bueno, siguiente víctima.

Noto algo frió que me toca la cabeza. Mierda. No puedo creerlo. No puedo aceptarlo. Me doy la vuelta. Y sí….es él. Maldito quinceañero vestido de detective.

Quiero escupir en su cara de satisfacción. Quiero dejarle claro quien va a cambiar las cosas, quien merece vivir, y lo haré, soy mejor que él, no puedo resultar herido.

Rápidamente me doy la vuelta y le propino un golpe en la mano que hace que suelte su arma. Lo que yo decía, soy infinitamente superior, he ganado.

Recojo el arma y le apunto. Le había dado fuerte y estaba en el suelo con la mano sangrando, pero aun así seguía con esa sonrisa burlona. Merece una lección.

Pero de pronto me di cuenta de que es el quien estaba en el suelo, si, pero él me había ganado, él había sido mejor que yo, y en este momento no mancho la ropa interior por que tengo el estomago vacío.

Todos y cada uno de los adultos que había en esa iglesia me apuntaban con un arma. Incluso la mujer que liberé. Jodida desagradecida…Sabían como pensaba, como iba a actuar.

De pronto siento una corriente de aire helado, siento que algo se sumerge en mi cabeza, y que a medida que avanza consume mi vida y aumenta mi sensación de fracaso. Este mundo se lo pierde….





La justicia deja de existir. Aquel que pretende devolver toda la belleza que posee el mundo cae, y con él, la oportunidad de que pueda trascender lo que de verdad importa, ese sentimiento que hace disfrutar plenamente de tu existencia…. Realmente apreciar lo que merece ser apreciado, y dedicar tu tiempo a lo correcto.

Pero la muerte me arrebato el poder….Sin embargo no dejo de sentir que estoy mas vivo que nunca, aunque esté dentro de un ataúd. Puedo incluso palpar el agujero que tengo en la cabeza. Me siento extrañamente vivo. Se que estoy vivo.

Oigo voces de gente que festeja mi partida. Malditos infelices, se consumirán en su propia ignorancia, en su esclavitud.

Estoy vivo, y si no, debo convencerme de ello. Noto algo en mi mano. Es un arma….una pistola. La herramienta de salvación, de regeneración, aunque resulte paradójico. ¿Quién es tan estúpido para enterrarme con una pistola?

No...No ha sido causado por esos estúpidos sub-seres. Soy el salvador, tengo un don especial, tengo un deber especial. Siento que puedo palpar la puerta que me conduce al final de mi misión. A continuar mi propia existencia.

¡Estoy vivo! Salgo del ataúd y comienzo a arrebatar vidas inútiles. Vidas que no son aprovechadas. Cada vida miserable que arrebato, más vida me proporciona.

Soy el puto ángel redentor de este bello mundo.

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